Economía del país
El advenimiento del régimen porfirista en el último cuarto
del siglo XIX coincidió con el progreso ascendente del capitalismo
internacional y también con la consolidación económica y política de los
Estados Unidos que entraron de lleno en la contienda por la hegemonía económica
del mundo. México, durante el decimonónico, fue manzana apetecible para los
norteamericanos quienes le comieron territorio y recursos naturales.
Ciertamente el rostro económico de México cambió
notablemente durante el régimen porfirista aunque el costo social haya sido muy
elevado. La penetración del capital extranjero a México se hizo con fluidez por
parte de Inglaterra, Francia, Holanda y Estados Unidos principalmente. Así, en
1902 sus inversiones en México eran de 503 millones de dólares y en 1911
alcanzaron la suma de 1044 millones de dólares. Estas cifras dan una idea del
dinero que entraba al país en una década de dictadura y que se destinaba a los
ramos más productivos de la economía mexicana.
La industria
Los capitales invertidos se aplicaron inicialmente a la
industria de extracción de materias primas y después a la de transformación.
Factores como el ingreso de capital extranjero, el incremento de la población y
la fuerza de trabajo, la ampliación de la red de comunicaciones y transporte,
así como el contacto más frecuente con el exterior, favorecieron el
desenvolvimiento industrial.
La industria de México durante el Porfiriato pasó de ser
pequeña y desorganizada a la gran industria, sólida y técnica. El ramo fabril
creció poco a poco y las que avanzaron con rapidez fueron las textiles, de
pieles, calzado, azúcar, productos alimenticios, destilerías, plantas
vinícolas, cervecerías, cigarrillos y puros, explosivos, aceites, jabones, cemento,
siderurgia, loza, vidrio y papel, en lugares que conformaron las tres zonas
industriales de gran desarrollo: en el centro, en el golfo y en el norte de
México.
Un ejemplo de esto es que a partir de 1890 aumentó la
industria cervecera en México, Toluca, Monterrey, Orizaba, Chihuahua,
Guadalajara, Sinaloa y Yucatán.
La minería
Bajo la administración de Porfirio Díaz esta actividad
alcanzó un auge extraordinario. Las inyecciones de capital extranjero pronto
hicieron efecto en el país. La minería aumentaba su valor a un ritmo anual de
6%. Además de oro y plata, se extraen y exportan metales de interés industrial.
La mayoría de los inversionistas y dueños de minas, hasta 1891 y 1892, se
interesaron por la explotación de metales preciosos tradicionales como el oro y
la plata, así, a finales de la década de los ochenta del siglo XIX, la
producción global era de 7 millones de pesos y en 1909, en el otoño porfirista,
alcanzó la cifra de 113 millones de pesos.
Con la dictadura pronto cobró importancia la explotación de
metales industriales como el cobre, plomo, hierro, antimonio y zinc en los
estados de Baja California, Coahuila, Michoacán, Guerrero, Sinaloa, Oaxaca,
Puebla y Durango. Monterrey llegó a producir, en su mejor momento, 300
toneladas diarias de cobre y Cananea se convirtió en uno de los centros más
importantes de extracción de cobre en el norte de México. Es en este lugar
donde se realizará una de las huelgas de trabajadores mineros más notables del
país en 1906.
Comunicaciones y transporte
El desarrollo de la industria y la minería exigían mejorar la
infraestructura del país. Paralelamente, las comunicaciones postal, telegráfica
y aún telefónica se ampliaron hasta cubrir muy buena parte del territorio
nacional. Se hicieron obras portuarias considerables en Veracruz, Tampico y
Salina Cruz. Los ferrocarriles, sinónimo de progreso capitalista, entraron a
México como en tierra de conquista después de que fueron concesionados a
Londres y Nueva York.
Durante la amplia temporada porfiriana los ferrocarriles aumentaron
considerablemente. En 1884 había 5731 kilómetros de vías férreas tendidas y en
operación, para 1910 la cifra llegó a 19, 280 kilómetros.
Los ferrocarriles transportaban más productos y materias primas que personas, pero cuando
los empresarios tendiendo las mías férreas en el país, sin importar región
geográfica, llegaron a comunicar los pueblos y ciudades cruzando zonas
agrícolas, centros mineros y fabriles y sobe todo, conectaron a México con
Estados Unidos y el resto de América, y con Europa a través de los puertos
comerciales.
La industria petrolera
Otro de los ramos de la producción que se desarrolló
fuertemente fue el del petróleo que se llegó a considerar como propiedad
absoluta de particulares. Las primeras concesiones que se otorgaron a inversionistas
extranjeros para que hicieran exploraciones en busca de mantos petrolíferos
consistían en pagar cinco centavos por hectárea del suelo mexicano. Era
evidente el saqueo del energético en beneficio de la burguesía capitalista, así
como los enormes perjuicios a la agricultura del país.
Los primeros yacimientos petrolíferos fueron descubiertos en
México a finales del siglo XIX y la extracción del oro negro comenzó de inmediato. Las compañías petroleras
extranjeras que explotaron el curdo fueron: la Pearson Son L.T.D., la
Transcontinental del Petróleo y el Águila de capital británico; la Huasteca
Petroleum Company y la Standard Oil Company con recursos monetarios de Estados
Unidos y la Royal Dutch Shell de dinero angloholandés.
Algunas de las mejores zonas petroleras durante el régimen
porfirista se encontraban en Veracruz, Tamaulipas, San Luis Potosí y Tabasco.
En su momento la explotación del petróleo se constituyó en la primera industria
nacional con un 98% de capital extranjero, que en 1902 tenía invertidos 72
millones de pesos y en 1907 alcanzó la suma de 575 millones de pesos. El drama
de México era intenso ya que en 1910 las compañías inglesas y norteamericanas
sacaban el subsuelo alrededor de 10, 000, 000 barriles de crudo.
El escritor Bruno Traven en una de sus obras clásicas, La Rosa Blanca, dibuja la tragedia de
México ante el imperialismo capitalista que presionó a los gobiernos del país
para que el dinero se aplicara la extracción del petróleo sin importar daños a
la ecología. La versión cinematográfica del libro de Traven muestra
espléndidamente el caso el petróleo mexicano antes de su nacionalización en
1938.
El sistema bancario
Con las inversiones de capital foráneo se hizo necesario
poner el dinero en manos hábiles a fin de que lo administraran y lo encaminaran
por modernos sistemas financieros. Con estos propósitos los bancos extranjeros
obtuvieron permiso de la dictadura porfirista para establecer sucursales en México. En 1882, en tiempos de
Manuel González, se fundaron el Banco Nacional Mexicano, de capital francés,
con 20 millones de pesos para operar de inmediato y el Banco Mercantil de
México, de capital español, con 4 millones de pesos en activo. En 1883 se creó
el Banco Hipotecario Mexicano. En pocos años la mayoría de las entidades de la
República llegaron a establecer instituciones bancarias, excepto Colima y
Tlaxcala que lo hicieron después.
Agricultura y tenencia de la tierra
La agricultura en el Porfiriato no tuvo avances
sensacionales a pesar de que hubo inyección de capital extranjero. No fue una
negociación productiva y, salvo algunos casos, puede decirse que permaneció
inmovilizada y en decadencia. En muchos lugares se prefirió el maguey y el
henequén en lugar de los cereales que formaban parte de la alimentación tradicional
de los mexicanos.
La administración porfirista quiso combatir la baja
producción agrícola en México a través de la colonización de vastas zonas del
país y con la venta de terrenos baldíos improductivos. Se pensó, respecto del
problema agrario, que no era que la tierra estuviera mal repartida entre sus
habitantes, sino que los habitantes estaban mal distribuidos en el territorio
nacional. En tal virtud surgieron las llamadas leyes de deslinde y colonización
de tierras baldías.
En el capítulo primero la ley estableció como base para la
colonización del país el fraccionamiento y avalúo de las tierras ociosas. En
1894 se expidió el decreto sobre enajenación y ocupación de terrenos baldíos
con graves efectos en la distribución de la tierra.
Con su actuación las compañías deslindadoras contribuyeron a
la decadencia de la pequeña propiedad porque llevaron a cabo gran cantidad de
despojos, sobre todo en las comunidades indígenas. En la década de los novena
del siglo XIX se habían deslindado 32 millones de hectáreas y de esta cantidad
28 millones pertenecían a 27 compañías deslindadoras. A manera de ejemplo se
indica que en Baja California la empresa Jecker-Torre deslindó 150 000
kilómetros cuadrados, recibiendo a cambio la tercera parte de la península y la
opción para adquirir el resto a precios muy bajos.
Las citadas leyes agrarias contribuyeron en gran medida a la
consolidación del latifundismo de la dictadura. En los años del Porfiriato, las
haciendas en México alcanzaron su máxima extensión en la historia del país.
Este desarrollo estaba estrechamente ligado a la penetración del capitalismo
interno y externo en el campo mexicano.
Las haciendas porfiristas se conformaron por el injusto
proceso tradicional de acaparar las tierras en manos de unos cuantos, por el fenómeno
de despojo de tierras a los sectores indígenas, por la aplicación de la Ley
Lerdo, la Ley de Nacionalización de Bienes Eclesiásticos y las leyes de
deslinde y colonización. Durante el Porfiriato las haciendas abarcaban de 10
mil a 100 mil hectáreas y las de la familia Terrazas en Chihuahua que llegaron
a poseer 600 mil hectáreas.
En semejantes extensiones quedaban encerrados varios pueblos
y comunidades indígenas cuyos habitantes pasaban a ser peones acasillados en
las fincas hacendarias. Era normal, en casi todos los estados de la República,
que las haciendas tuvieran un edificio sólido llamado caso, las habitaciones y
oficinas administrativas, la capilla, la
tlapixquera o cárcel, caballerizas, huertas, jardines, áreas de cultivo y
de ganado, casa de los capataces y barracas donde vivían miserablemente los
peones esclavizados en las haciendas. Como testimonio John Kenneth Turner, en
México bárbaro, hace una descripción dramática de los campesinos mexicanos en
Yucatán y en Valle Nacional.
En vísperas del movimiento armado de 1910 las haciendas eran
propiedad de 830 latifundistas, muchos de ellos extranjeros y monopolizaban el
97% de la superficie rural; el 2% era de los pequeños propietarios y el 1%
estaba en manos de los dueños originales de la tierra en México, los campesinos
e indígenas. En estas condiciones de posesión territorial la agricultura de
exportación fue impulsada por la rica clase de hacendados quienes concentraron
en las fincas el dominio de la tierra y de la fuerza de trabajo rural.
La fruticultura se desarrolló; los cítricos, el plátano,
melón y sandía podían ser exportados. En 1887 la producción era de 732
toneladas, para 1910 la exportación alcanzó 14, 192 toneladas. Otros productos
exportables que cobraron auge en el periodo fueron las tintóreas, palo de
campeche, fibras, oleaginosas, chicle, café, vainilla, hule, tabaco y sobre
todo el henequén que en Yucatán benefició enriquecido a la llamada casta
divina.
En suma, la economía del México porfirista tuvo
consecuencias negativas para el país como la descapitalización nacional, la
dependencia tecnológica, el retraso agrario, la pobreza de las clases
populares, la consolidación del proletariado obrero como clase explotada y la
agudización de contradicciones de una sociedad que se convulsionará con un
proceso revolucionario en la primera década del siglo XX.
Sociedad y cultura
Se ha dicho con frecuencia que en el terreno económico,
Porfirio Díaz anglonorteamericanizó a
México y en lo cultural lo afrancesó.
En la literatura se abandonó el romanticismo y se adoptó el
modernismo. En el México porfirista esto habría de tener resultados favorables.
Un caso relevante es el de Federico Gamboa, diplomático y novelista, quien
escribió La venganza de la gleba y la
inmortal Santa que posteriormente fue llevada a la pantalla en más de una
versión.
La arquitectura tuvo un desarrollo impresionante pues se
fusionó con el arte de la construcción. Se logró el embecellimiento urbano de
lugares como Oaxaca, Guadalajara, Guanajuato, Toluca y la ciudad de México. En
esta se reconstruyó y adornó el Paseo de la Reforma al estilo de los Campos
Elíseos de País. En 1904 se inició la construcción del Palacio de Bellas Artes,
teniendo como modelo a la Ópera de París; al proyecto se destinaron grandes
cantidades de dinero pues el diseño, dirección, cimientos, mármoles y
esculturas se encargaron al extranjero. El edificio de Bellas Artes comenzó a
hundirse y la obra se suspendió temporalmente por el inicio del movimiento
revolucionario de 1910, concluyéndose hasta la época cardenista.
Consideradas como magníficas obras de la ingeniería y
arquitectura porfiriana los edificios de Correos y el Palacio de Comunicaciones
en la capital de la República- En Toluca, Estado de México, se construía
mientras tanto el Mercado 16 de Septiembre
que debía de inaugurarse en las fiestas del Centenario de la Independencia de
1910. Hoy es el Cosmovitral con jardín botánico en la capital mexiquense. En
los Estados de la República mexicana se conservan varios edificios porfirianos
que sobrevivieron a la lucha armada revolucionaria.
La educación fue atendida por los científicos de la
dictadura porfirista. Sin embargo hubo una gran diferencia de oportunidades
educativas para la gente de la ciudad con respecto a la de las comunidades
rurales campesinas- En tres décadas el número de escuelas primarias aumentó de
4, 500 a 9, 500 pero en general el 70% del pueblo mexicano seguía siendo
analfabeto. Uno de los rasgos sobresalientes fue que la enseñanza pública y
laica sustituyó a la educación privada en gran medida, por eso se crearon
escuelas profesionales como la Normal de Profesores, la Escuela Médico Militar,
la Escuela de Medicina Homeopática, además de algunos establecimientos de
caridad como las escuelas para ciegos y sordomudos y el manicomio. Con todo, la
educación no logró tener el carácter de equitativa en todas las clases y
estratos sociales. México era una sociedad marcadamente clasista y plural.
La población mexicana en esta época tuvo un contraste
situación económica, política, social y cultural. Con la consolidación de la
dictadura los ricos se hicieron muy ricos y los pobres demasiado pobres. Su
distribución en el país era muy desproporcionada y se concentraba en las
ciudades y zonas industriales. Un tercio era de población indígena que vivía en
verdaderas condiciones infrahumanas, otro tercio era de población indígena que
vivía en verdaderas condiciones infrahumanas, otro tercio era de mestizos que
renegaban en su mayoría de los otros, los indios, a los que despreciaban
profundamente. Blancos y descendientes de extranjeros conformaban el resto de
la población y buen número de ellos estaba en la burguesía nacional, en el
ejército, en las familias de hacendados, en el clero católico y en los grupos
de científicos e intelectuales.
Rebeliones indígenas y campesinos
El sector rural de México, en su mayoría integrado por
indígenas, se encontraba en condiciones económicas, políticas, sociales y
culturales muy bajas. Muchos de los campesinos emigraban a las ciudades para
trabajar como servidumbre y luchas por sobrevivir, en realidad constituyeron
los cinturones de miseria en el régimen porfirista. El despojo de sus tierras
fue un hecho consumado y en las haciendas el sistema de peonaje era una
práctica de explotación que les aplicó el terrateniente. Con los campesinos y
los indígenas se acasilló la fuerza de trabajo y se heredaba de padres a hijos
por el sistema de deudas.
Su marcada condición de explotación, servidumbre y
esclavismo hizo que durante gran parte del siglo XIX, sobre todo en el
Porfiriato, los campesinos levantaran en armas contra el gobierno opresor.
Los conflictos agrarios en esta etapa se dieron en diversas
regiones del país, su característica fundamental fue la amplia participación
campesina y sus luchas demandaron la defensa y la recuperación de las tierras
que les fueron arrebatadas.
Las rebeliones yaquis se iniciaron desde 1875, todavía en la
República restaurada, terminando en 1926 cuando el nuevo Estado
posrevolucionario se encontraba en proceso de consolidación. Pero el
levantamiento de los indios yaquis en Sonora abarcó todo el periodo porfirista.
Su líder, un indio aculturado llamado Cajeme
intentó organizar la confederación de todos los indígenas de Sonora para
recobrar las tierras que habían perdido.
El nombre real de Cajeme
era José María Leyva quien nació en Hermosillo. Su aprendizaje militar se dio
en los campos de batalla, organizó hábilmente a sus hombres para defenderse
contra los abusos de los terratenientes, nombrándose capitán general y
administrador de los ríos Yaquis y Mayo.
En 1885 sufrió un intento de asesinato por Loreto Medina que
era uno de sus hombres de confianza. La tentativa fracasó y la guerra de los
yaquis contra el gobierno de Sonora se hizo intenso, los triunfos de los indios
sonorenses se dieron al comienzo de la lucha. Con el tiempo, el aparato
represivo de la dictadura combatió con fiereza y superioridad militar a los
rebeldes, las propuestas de paz no llegaron y la guerra se decidió a favor del
gobierno, por lo que los yaquis se organizaron en guerrillas para continuar combatiendo.
En 1887 Cajeme fue delatado y detenido en Guaymas, ridiculizado y paseado por
varios pueblos de la región. Fue torturado y asesinado en la población de
Cócorit. En ese momento se pensó que la revuelta llegaba a su fin.
El asesinato de Cajeme permitió a los beneficiarios del
régimen porfirista especular y adquirir tierras baldías en las regiones más
fértiles y a precio de regalo. La
empresa Richardson Construction Company adquirió 400 000 hectáreas al precio de
setenta centavos por hectárea. The Yaqui Delta Company obtuvo concesiones similares por lo que la guerra de los yaquis
entró a un fase más dura y cruel. Juan Maldonado, conocido como Tetabiate, fue quien continuó la lucha
que años antes iniciara Cajeme. Como represión los yaquis fueron deportados a
las poblaciones henequeneras de Yucatán, a las haciendas en Valle Nacional o
pasaron los Estados Unidos, en un intento de extinción étnica. En esta lucha
por la tierra se mostró el carácter indomable de los yaquis.
La guerra de las castas en Yucatán fue notable en el
Porfiriato. Los indios mayas desde la época de la Colonia se levantaron contra
sus explotadores, los blancos dueños de las haciendas. Uando el henequén se
industrializó en Yucatán el despojo de las tierras a los indígenas y campesinos
se intensificó. Los actos arbitrarios de los capitalistas mexicanos y
extranjeros en el campo yucateco eran el pan de cada día y la situación se
volvía inaguantable.
A pesar de que la ruta del exilio de los yaquis fue a parar
en Yucatán, la despoblación de la fuerza de trabajo campesina se acentuó en
esta región de la República porque muchos indios mayas se retiraban a la selva
para evadir la explotación de la casta divina o de los hacendados henequeneros.
Al ver esta situación el aparato represivo de Porfirio Díaz lanzó campañas de
reclutamiento de los mayas libres en Chen Santa Cruz donde los indígenas habían establecido su
capital. El problema de los mayas jamás quedó resuelto durante la dictadura
porfirista.
En 1890 se inició otro movimiento campesino en el norte de
México, el de los indios mayos en la población de Jamlabampo, municipio de
Álamos, cerca del río Mayo. El origen de este conflicto, que puede considerarse
como religioso y mesiánico, fue la aparición del santo, un joven indio con
supuestos poderes divinos, que estaban causando mucha expectación y congregaba
gran cantidad de gente necesitada de ayuda espiritual.
Ante la desconfianza de que la reunión pudiera crecer, el
coronel Antonio Rincón, jefe militar del río Mayo y asentado en el pueblo de
Huatabampo, Sonora, decidió intervenir para evitar futuros desórdenes y
cualquier tipo de conspiración. Este militar se enteró que los indios mayos
eran personas pacíficas y trabajadoras que laboraban en ranchos y haciendas, no
obstante, les ordenó que se retiraran y al ser desobedecido, los aprehendió.
El levantamiento de Tomóchic en el Porfiriato muestra la
tragedia de los indios en la historia mexicana. El origen de este movimiento se
halla en los abusos de las autoridades porfiristas; la trilogía compuesta por
el ejército, el clero católico y los hacendados fue determinante para mantener
en un estado de sujeción y de ignorancia e la población rural.
El detonante que desencadenó la rebelión tomochiteca fue el
surgimiento de una iluminada: Santa Teresa de Cabora. Un grupo de peregrinos
que iba a Cabora chocó con un regimiento de caballería que prohibió la
manifestación religiosa. El empecinamiento de las partes los llevó a la
violencia y los soldados del pelotón fueron asesinados, dos compañías más
serían aniquiladas cuando las enviaron a sofocar los acontecimientos en la
sierra. El orden y progreso de la dictadura porfiriana otra vez se encontraba
en tela de juicio.
La respuesta de Porfirio Díaz y el ejército no se hizo
esperar. Envió a 1,500 soldados equipados con artillería pesada y después de
tres días de combate Tomóchic quedó vencida con la muerte de todos sus
defensores. Igual suerte corrió el pueblo de Temosachic en 1894. En suma, los
movimientos campesinos e indígenas que se dieron en el régimen porfirista, a
pesar de sus resultados desfavorables, sirvieron para cuartear paulatinamente el edificio de
la dictadura que se caería con el soplo revolucionario de 1910.
El problema obrero
Con las inversiones del capital extranjero que se hicieron
en los regímenes presidenciales de Porfirio Díaz, el rostro de México cambió.
El desarrollo de la minería y el crecimiento de las industrias adquirieron de
una abundante fuerza de trabajo local que además resultara barata y fácil de
conseguir. En esta etapa la clase obrera se consolidó como parte del
proletariado que los capitalistas utilizaron para alcanzar altos niveles de
producción.
Las condiciones de vida de los obreros mexicanos no eran tan
duras como las de los campesinos e indígenas. Sin embargo, no escaparon a la
explotación en las minas y en las fábricas. Su situación laboral distaba de ser
la mejor, el horario de trabajo oscilaba de 12 a 15 horas, en muchos casos no
existía el descanso dominical, no se reglamentaba la contratación de mujeres y
niños quienes realizaban actividades pesadas, los accidentes de trabajo no eran
absorbidos por los dueños de las empresas, los salarios apenas alcanzaban para
vivir y la tienda de raya de la fábrica, al igual que la de las haciendas,
mermaba demasiado el dinero que recibían los obreros debido al encarecimiento
de los productos y el sistema de deuda que les aplicaban.
El trato que recibían los obreros extranjeros era muy
diferente del que se otorgaba a los mexicanos. Por trabajo igual recibían el
doble y hasta el triple salario los primeros. En los ascensos de categorías se
prefería al trabajador foráneo y además los obreros del país sufrían fuertes
deducciones para actividades religiosas y deficientes servicios médicos.
Entre 1880 y 1900 las huelgas y movimientos obreros fueron
considerables en la industria textil, en los trabajadores ferrocarrileros y en
la industria tabacalera. Orden y progreso del Porfiriato se tambaleaban a cada
momento y la pacificación por la fuerza acentuaba continuamente.
En los albores del siglo XX varios movimientos huelguísticos
sacudieron al régimen porfiriano. En 1906 estalló la huelga de Cananea en el norte de México, los trabajadores de la
empresa cuprífera demandaban mejorías en las condiciones laborales.
El movimiento tiene como causa fundamental la existencia de
obreros gringos que no se integraban con los mexicanos, además, la influencia
de las ideas anarquistas en Manuel M. Diéguez y Esteban Baca Calderón fueron
determinantes para organizar el paro laboral y redactar el documento que
justifica peticiones como la jornada de 8 horas de trabajo, salario de cinco
pesos y que el número de trabajadores fuera del 75% cuando menos. Porfirio Díaz
no intentó siquiera una débil negociación con los obreros huelguistas o con
William C. Green, representante de la empresa, por tanto no hubo arreglo
favorable. Las partes mantuvieron sus posturas y violencia se desató. En la
versión cinematográfica de la película Cananea
se observa el uso del aparato represivo de Díaz y la incorporación de la
policía montada de los Estados Unidos que participó activamente para aplastar
la huelga. El ejemplo de lo ocurrido en la Cananea Consolidated Copper Co. se
extendió en otros centros industriales
de México.
Los resultados de las huelgas de Cananea y Río Blanco
preocuparon a Porfirio Díaz y alertaron a los dueños del capital extranjero que
pensaban en el futuro de sus inversiones en México, máxime que se acercaban las
elecciones presidenciales de 1910.
El otoño porfirista
La dictadura había envejecido al igual que al patriarca
Porfirio. De nada sirvió que el ejército, el grupo favorito de Díaz, se
mantuviera fiel por las canonjías y privilegios disfrutados durante muchos
años. Personajes como Bernardo Reyes y Ramón Corral pretendieron sustituir a Porfirio
Díaz en el poder, pero sin sustento ideológico poco pudieron hacer para
lograrlo.
El grupo de los científicos que surgió de la Unión Liberal
en 1902 intentó mantener el equilibrio del poder. Muchos de ellos pertenecían a
la burguesía nacional y el grupo se convirtió en una simple burocracia que
confiscaba la vida nacional y se enriquecía a espaldas del pueblo. En sus filas
se identificaba a Justo Sierra, Gabino Barreda, José Ices Limantour y Francisco
Bulnes entre otros. Años después, en 1909m se convirtió en el Partido Nacional
Porfirista que postulaba oficialmente Porfirio Díaz y a Ramón Corral como
candidatos a la presidencia y vicepresidencia respectivamente.
La difusión clandestina de las ideas anarquistas y el
resurgimiento de la ideología liberal, al conmemorar cada año la Constitución
de 1857, perfilaron con claridad la oposición a la dictadura. El 5 de febrero
de 1901 se reunió en San Luis Potosí el Primer Congreso Nacional de Clubes
Liberales Mexicanos convocados por el ingeniero Camilo Arriaga. En ese foro se
marcó la línea que delimitaba la dictadura asociada al imperialismo capitalista
y los anhelos de justicia del pueblo mexicano.
La verdadera oposición al régimen de Porfirio Díaz se
concentró en el Partido Liberal Mexicano.
En 1905, en San Luis Missouri, se fundó ese organismo y uno de sus líderes más
destacados por su fuerza ideológica era Ricardo Flores Magón, figura
menospreciada por la historia oficial. Otros integrantes fueron Juan Sarabia,
Antonio I. Villarreal, Enrique Flores Magón, Librado Rivera, Manuel Sarabia y
Rosalío Bustamante.
El 1° de Julio de 1906 lanzaron el programa del Partido
Liberal Mexicano. El documento, bastante completo para su tiempo, tenía
principios que implicaban hondas transformaciones económicas, políticas y sociales.
Concebían la revolución como el único medio para conseguirlo. Algunos puntos
sobresalientes de su manifestó son:
- Reducir el periodo presidencial a cuatro años.
- Prohibir la reelección del presiente y gobernantes de los estados.
- Inhabilitar el cargo de vicepresidente.
- Suprimir el servicio militar y establecer la guardia nacional.
- Reestablecer la libertad de palabra y prensa.
- Abolir la pena de muerte, excepto para los traidores a la patria.
- Agravar la responsabilidad de los funcionarios públicos.
- Suprimir los tribunales militares en tiempo de paz.
- Multiplicar el número de escuelas primarias.
- Impartir educación laica y obligatoria hasta los 14 años.
- Pagar buenos sueldos a los maestros y atender la educación cívica.
- Hacer obligatoria la enseñanza de artes y oficios.
- Suprimir las escuelas administradas por el clero.
- Sancionar el incumplimiento de las leyes de reforma.
- Establecer un máximo de 8 horas de trabajo.
- Obligar a los patrones a pagar indemnizaciones por accidentes laborales.
- Mantener las buenas condiciones de higiene y seguridad para los obreros.
- Declarar nulas las deudas de los jornaleros a sus patrones.
- Hacer obligatorio el descanso dominical.
- Ocupar más trabajadores mexicanos que extranjeros.
- Obligar a los patrones a pagar los salarios en efectivo.
- Gravar el agio, los artículos de lujo y los vicios.
- Establecer lazos de unión con los países latinoamericanos.
- Confiscar las tierras improductivas.
La influencia de estos postulados fue determinante en las
huelgas obreras de Cananea y Río Blanco, pero su trascendencia histórica e
observa mejor en la Constitución de 1917 que surgió del movimiento
revolucionario. El Partido Liberal Mexicano, mientras tanto, jugó un papel
importante en el derrocamiento de la dictadura porfirista.
La entrevista Díaz-Creelman
marcó el fin del Porfiriato. El 17 de febrero de 1908 se publicó la entrevista
que Porfirio Díaz sostuvo con James Creelman, destacado periodista
norteamericano del Pearsons Magazine de
Nueva York. En este sorpresivo documento político, Díaz hizo un balance de su
gestión presidencial. Consideraba que su presencia en el poder implicaba la
aprobación de los mexicanos respecto a su manera de gobernar. Declaró que había
recibido un país belicoso, dividido y en quiebra, 27 años después, él lo
entregaba con solidez económica y unidad social. Porfirio Díaz admitió que sus
métodos de gobierno fueron severos y crueles no pudiendo evitar el
derramamiento de sangre. Que la paz fue forzada pero necesaria.
Finalmente dijo que no participará en la elección
presidencial de 1910 argumentando que estaba viejo y cansado, que vería con
buenos ojos la existencia de otros partidos de oposición y que el pueblo de
México ya estaba maduro para ejercer la democracia. Lo expresado dio lugar a la
formación de varios partidos políticos y promovió el interés por la vía cívica
del país.
El Partido Nacional Porfirista, conformado entre febrero y
abril de 1909, postuló a Porfirio Díaz como presidente y a Ramón Corral como
vicepresidente.
El Partido Democrático, surgió a principios de 1909,
participando Benito Juárez Maza y Jesús Flores Magón entre otros. Proponían el
cambio del régimen por la vía pacífica y el voto electoral. Postularon a
Bernardo Reyes como vicepresidente.
Partido Nacionalista Democrático, creado en septiembre de
1909 con gente como Ángel Zozaya y Diego Arenas Guzmán. Constituido del
disuelto Partido Democrático decidió actuar como el grupo radical de la
dictadura para derrocarla.
Partido Antirreeleccionista, también conformado en 1909.
Algunos de sus miembros fueron Francisco I. Madero, Emilio Vázquez Gómez, Félix
Palavicini, José Vasconcelos, Luis Cabrera y otros. Con el principio de Sufragio efectivo, no reelección intentaron cambiar el régimen por
la vía del voto en el proceso electoral. Antes, en 1908, Madero había publicado
el libro La sucesión presidencial en 1910 donde expuso la necesidad de
modernizar el camino político de México a través del libre ejercicio de la
democracia. Hasta este momento los antirreeleccionistas no vislumbraban la
revolución como el método para resolver los problemas nacionales.
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