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Recta final del siglo XIX


Economía del país

El advenimiento del régimen porfirista en el último cuarto del siglo XIX coincidió con el progreso ascendente del capitalismo internacional y también con la consolidación económica y política de los Estados Unidos que entraron de lleno en la contienda por la hegemonía económica del mundo. México, durante el decimonónico, fue manzana apetecible para los norteamericanos quienes le comieron territorio y recursos naturales.

Ciertamente el rostro económico de México cambió notablemente durante el régimen porfirista aunque el costo social haya sido muy elevado. La penetración del capital extranjero a México se hizo con fluidez por parte de Inglaterra, Francia, Holanda y Estados Unidos principalmente. Así, en 1902 sus inversiones en México eran de 503 millones de dólares y en 1911 alcanzaron la suma de 1044 millones de dólares. Estas cifras dan una idea del dinero que entraba al país en una década de dictadura y que se destinaba a los ramos más productivos de la economía mexicana.

La industria

Los capitales invertidos se aplicaron inicialmente a la industria de extracción de materias primas y después a la de transformación. Factores como el ingreso de capital extranjero, el incremento de la población y la fuerza de trabajo, la ampliación de la red de comunicaciones y transporte, así como el contacto más frecuente con el exterior, favorecieron el desenvolvimiento industrial.

La industria de México durante el Porfiriato pasó de ser pequeña y desorganizada a la gran industria, sólida y técnica. El ramo fabril creció poco a poco y las que avanzaron con rapidez fueron las textiles, de pieles, calzado, azúcar, productos alimenticios, destilerías, plantas vinícolas, cervecerías, cigarrillos y puros, explosivos, aceites, jabones, cemento, siderurgia, loza, vidrio y papel, en lugares que conformaron las tres zonas industriales de gran desarrollo: en el centro, en el golfo y en el norte de México.

Un ejemplo de esto es que a partir de 1890 aumentó la industria cervecera en México, Toluca, Monterrey, Orizaba, Chihuahua, Guadalajara, Sinaloa y Yucatán.

La minería

Bajo la administración de Porfirio Díaz esta actividad alcanzó un auge extraordinario. Las inyecciones de capital extranjero pronto hicieron efecto en el país. La minería aumentaba su valor a un ritmo anual de 6%. Además de oro y plata, se extraen y exportan metales de interés industrial. La mayoría de los inversionistas y dueños de minas, hasta 1891 y 1892, se interesaron por la explotación de metales preciosos tradicionales como el oro y la plata, así, a finales de la década de los ochenta del siglo XIX, la producción global era de 7 millones de pesos y en 1909, en el otoño porfirista, alcanzó la cifra de 113 millones de pesos.

Con la dictadura pronto cobró importancia la explotación de metales industriales como el cobre, plomo, hierro, antimonio y zinc en los estados de Baja California, Coahuila, Michoacán, Guerrero, Sinaloa, Oaxaca, Puebla y Durango. Monterrey llegó a producir, en su mejor momento, 300 toneladas diarias de cobre y Cananea se convirtió en uno de los centros más importantes de extracción de cobre en el norte de México. Es en este lugar donde se realizará una de las huelgas de trabajadores mineros más notables del país en 1906.

Comunicaciones y transporte

El desarrollo de la industria y la minería exigían mejorar la infraestructura del país. Paralelamente, las comunicaciones postal, telegráfica y aún telefónica se ampliaron hasta cubrir muy buena parte del territorio nacional. Se hicieron obras portuarias considerables en Veracruz, Tampico y Salina Cruz. Los ferrocarriles, sinónimo de progreso capitalista, entraron a México como en tierra de conquista después de que fueron concesionados a Londres y Nueva York.

Durante la amplia temporada porfiriana los ferrocarriles aumentaron considerablemente. En 1884 había 5731 kilómetros de vías férreas tendidas y en operación, para 1910 la cifra llegó a 19, 280 kilómetros.

Los ferrocarriles transportaban más productos  y materias primas que personas, pero cuando los empresarios tendiendo las mías férreas en el país, sin importar región geográfica, llegaron a comunicar los pueblos y ciudades cruzando zonas agrícolas, centros mineros y fabriles y sobe todo, conectaron a México con Estados Unidos y el resto de América, y con Europa a través de los puertos comerciales.

La industria petrolera

Otro de los ramos de la producción que se desarrolló fuertemente fue el del petróleo que se llegó a considerar como propiedad absoluta de particulares. Las primeras concesiones que se otorgaron a inversionistas extranjeros para que hicieran exploraciones en busca de mantos petrolíferos consistían en pagar cinco centavos por hectárea del suelo mexicano. Era evidente el saqueo del energético en beneficio de la burguesía capitalista, así como los enormes perjuicios a la agricultura del país.
Los primeros yacimientos petrolíferos fueron descubiertos en México a finales del siglo XIX y la extracción del oro negro comenzó de inmediato. Las compañías petroleras extranjeras que explotaron el curdo fueron: la Pearson Son L.T.D., la Transcontinental del Petróleo y el Águila de capital británico; la Huasteca Petroleum Company y la Standard Oil Company con recursos monetarios de Estados Unidos y la Royal Dutch Shell de dinero angloholandés.

Algunas de las mejores zonas petroleras durante el régimen porfirista se encontraban en Veracruz, Tamaulipas, San Luis Potosí y Tabasco. En su momento la explotación del petróleo se constituyó en la primera industria nacional con un 98% de capital extranjero, que en 1902 tenía invertidos 72 millones de pesos y en 1907 alcanzó la suma de 575 millones de pesos. El drama de México era intenso ya que en 1910 las compañías inglesas y norteamericanas sacaban el subsuelo alrededor de 10, 000, 000 barriles de crudo.

El escritor Bruno Traven en una de sus obras clásicas, La Rosa Blanca, dibuja la tragedia de México ante el imperialismo capitalista que presionó a los gobiernos del país para que el dinero se aplicara la extracción del petróleo sin importar daños a la ecología. La versión cinematográfica del libro de Traven muestra espléndidamente el caso el petróleo mexicano antes de su nacionalización en 1938.
El sistema bancario

Con las inversiones de capital foráneo se hizo necesario poner el dinero en manos hábiles a fin de que lo administraran y lo encaminaran por modernos sistemas financieros. Con estos propósitos los bancos extranjeros obtuvieron permiso de la dictadura porfirista para establecer  sucursales en México. En 1882, en tiempos de Manuel González, se fundaron el Banco Nacional Mexicano, de capital francés, con 20 millones de pesos para operar de inmediato y el Banco Mercantil de México, de capital español, con 4 millones de pesos en activo. En 1883 se creó el Banco Hipotecario Mexicano. En pocos años la mayoría de las entidades de la República llegaron a establecer instituciones bancarias, excepto Colima y Tlaxcala que lo hicieron después.

Agricultura y tenencia de la tierra

La agricultura en el Porfiriato no tuvo avances sensacionales a pesar de que hubo inyección de capital extranjero. No fue una negociación productiva y, salvo algunos casos, puede decirse que permaneció inmovilizada y en decadencia. En muchos lugares se prefirió el maguey y el henequén en lugar de los cereales que formaban parte de la alimentación tradicional de los mexicanos.

La administración porfirista quiso combatir la baja producción agrícola en México a través de la colonización de vastas zonas del país y con la venta de terrenos baldíos improductivos. Se pensó, respecto del problema agrario, que no era que la tierra estuviera mal repartida entre sus habitantes, sino que los habitantes estaban mal distribuidos en el territorio nacional. En tal virtud surgieron las llamadas leyes de deslinde y colonización de tierras baldías.

En el capítulo primero la ley estableció como base para la colonización del país el fraccionamiento y avalúo de las tierras ociosas. En 1894 se expidió el decreto sobre enajenación y ocupación de terrenos baldíos con graves efectos en la distribución de la tierra.

Con su actuación las compañías deslindadoras contribuyeron a la decadencia de la pequeña propiedad porque llevaron a cabo gran cantidad de despojos, sobre todo en las comunidades indígenas. En la década de los novena del siglo XIX se habían deslindado 32 millones de hectáreas y de esta cantidad 28 millones pertenecían a 27 compañías deslindadoras. A manera de ejemplo se indica que en Baja California la empresa Jecker-Torre deslindó 150 000 kilómetros cuadrados, recibiendo a cambio la tercera parte de la península y la opción para adquirir el resto a precios muy bajos.

Las citadas leyes agrarias contribuyeron en gran medida a la consolidación del latifundismo de la dictadura. En los años del Porfiriato, las haciendas en México alcanzaron su máxima extensión en la historia del país. Este desarrollo estaba estrechamente ligado a la penetración del capitalismo interno y externo en el campo mexicano.

Las haciendas porfiristas se conformaron por el injusto proceso tradicional de acaparar las tierras en manos de unos cuantos, por el fenómeno de despojo de tierras a los sectores indígenas, por la aplicación de la Ley Lerdo, la Ley de Nacionalización de Bienes Eclesiásticos y las leyes de deslinde y colonización. Durante el Porfiriato las haciendas abarcaban de 10 mil a 100 mil hectáreas y las de la familia Terrazas en Chihuahua que llegaron a poseer 600 mil hectáreas.

En semejantes extensiones quedaban encerrados varios pueblos y comunidades indígenas cuyos habitantes pasaban a ser peones acasillados en las fincas hacendarias. Era normal, en casi todos los estados de la República, que las haciendas tuvieran un edificio sólido llamado caso, las habitaciones y oficinas administrativas, la capilla, la tlapixquera o cárcel, caballerizas, huertas, jardines, áreas de cultivo y de ganado, casa de los capataces y barracas donde vivían miserablemente los peones esclavizados en las haciendas. Como testimonio John Kenneth Turner, en México bárbaro, hace una descripción dramática de los campesinos mexicanos en Yucatán y en Valle Nacional.

En vísperas del movimiento armado de 1910 las haciendas eran propiedad de 830 latifundistas, muchos de ellos extranjeros y monopolizaban el 97% de la superficie rural; el 2% era de los pequeños propietarios y el 1% estaba en manos de los dueños originales de la tierra en México, los campesinos e indígenas. En estas condiciones de posesión territorial la agricultura de exportación fue impulsada por la rica clase de hacendados quienes concentraron en las fincas el dominio de la tierra y de la fuerza de trabajo rural.

La fruticultura se desarrolló; los cítricos, el plátano, melón y sandía podían ser exportados. En 1887 la producción era de 732 toneladas, para 1910 la exportación alcanzó 14, 192 toneladas. Otros productos exportables que cobraron auge en el periodo fueron las tintóreas, palo de campeche, fibras, oleaginosas, chicle, café, vainilla, hule, tabaco y sobre todo el henequén que en Yucatán benefició enriquecido a la llamada casta divina.

En suma, la economía del México porfirista tuvo consecuencias negativas para el país como la descapitalización nacional, la dependencia tecnológica, el retraso agrario, la pobreza de las clases populares, la consolidación del proletariado obrero como clase explotada y la agudización de contradicciones de una sociedad que se convulsionará con un proceso revolucionario en la primera década del siglo XX.

Sociedad y cultura

Se ha dicho con frecuencia que en el terreno económico, Porfirio Díaz anglonorteamericanizó a México y en lo cultural lo afrancesó.

En la literatura se abandonó el romanticismo y se adoptó el modernismo. En el México porfirista esto habría de tener resultados favorables. Un caso relevante es el de Federico Gamboa, diplomático y novelista, quien escribió La venganza de la gleba y la inmortal Santa que posteriormente fue llevada a la pantalla en más de una versión.

La arquitectura tuvo un desarrollo impresionante pues se fusionó con el arte de la construcción. Se logró el embecellimiento urbano de lugares como Oaxaca, Guadalajara, Guanajuato, Toluca y la ciudad de México. En esta se reconstruyó y adornó el Paseo de la Reforma al estilo de los Campos Elíseos de País. En 1904 se inició la construcción del Palacio de Bellas Artes, teniendo como modelo a la Ópera de París; al proyecto se destinaron grandes cantidades de dinero pues el diseño, dirección, cimientos, mármoles y esculturas se encargaron al extranjero. El edificio de Bellas Artes comenzó a hundirse y la obra se suspendió temporalmente por el inicio del movimiento revolucionario de 1910, concluyéndose hasta la época cardenista.

Consideradas como magníficas obras de la ingeniería y arquitectura porfiriana los edificios de Correos y el Palacio de Comunicaciones en la capital de la República- En Toluca, Estado de México, se construía mientras tanto el Mercado 16 de Septiembre que debía de inaugurarse en las fiestas del Centenario de la Independencia de 1910. Hoy es el Cosmovitral con jardín botánico en la capital mexiquense. En los Estados de la República mexicana se conservan varios edificios porfirianos que sobrevivieron a la lucha armada revolucionaria.

La educación fue atendida por los científicos de la dictadura porfirista. Sin embargo hubo una gran diferencia de oportunidades educativas para la gente de la ciudad con respecto a la de las comunidades rurales campesinas- En tres décadas el número de escuelas primarias aumentó de 4, 500 a 9, 500 pero en general el 70% del pueblo mexicano seguía siendo analfabeto. Uno de los rasgos sobresalientes fue que la enseñanza pública y laica sustituyó a la educación privada en gran medida, por eso se crearon escuelas profesionales como la Normal de Profesores, la Escuela Médico Militar, la Escuela de Medicina Homeopática, además de algunos establecimientos de caridad como las escuelas para ciegos y sordomudos y el manicomio. Con todo, la educación no logró tener el carácter de equitativa en todas las clases y estratos sociales. México era una sociedad marcadamente clasista y plural.

La población mexicana en esta época tuvo un contraste situación económica, política, social y cultural. Con la consolidación de la dictadura los ricos se hicieron muy ricos y los pobres demasiado pobres. Su distribución en el país era muy desproporcionada y se concentraba en las ciudades y zonas industriales. Un tercio era de población indígena que vivía en verdaderas condiciones infrahumanas, otro tercio era de población indígena que vivía en verdaderas condiciones infrahumanas, otro tercio era de mestizos que renegaban en su mayoría de los otros, los indios, a los que despreciaban profundamente. Blancos y descendientes de extranjeros conformaban el resto de la población y buen número de ellos estaba en la burguesía nacional, en el ejército, en las familias de hacendados, en el clero católico y en los grupos de científicos e intelectuales.

Rebeliones indígenas y campesinos

El sector rural de México, en su mayoría integrado por indígenas, se encontraba en condiciones económicas, políticas, sociales y culturales muy bajas. Muchos de los campesinos emigraban a las ciudades para trabajar como servidumbre y luchas por sobrevivir, en realidad constituyeron los cinturones de miseria en el régimen porfirista. El despojo de sus tierras fue un hecho consumado y en las haciendas el sistema de peonaje era una práctica de explotación que les aplicó el terrateniente. Con los campesinos y los indígenas se acasilló la fuerza de trabajo y se heredaba de padres a hijos por el sistema de deudas.

Su marcada condición de explotación, servidumbre y esclavismo hizo que durante gran parte del siglo XIX, sobre todo en el Porfiriato, los campesinos levantaran en armas contra el gobierno opresor.
Los conflictos agrarios en esta etapa se dieron en diversas regiones del país, su característica fundamental fue la amplia participación campesina y sus luchas demandaron la defensa y la recuperación de las tierras que les fueron arrebatadas.

Las rebeliones yaquis se iniciaron desde 1875, todavía en la República restaurada, terminando en 1926 cuando el nuevo Estado posrevolucionario se encontraba en proceso de consolidación. Pero el levantamiento de los indios yaquis en Sonora abarcó todo el periodo porfirista. Su líder, un indio aculturado llamado Cajeme intentó organizar la confederación de todos los indígenas de Sonora para recobrar las tierras que habían perdido.

El nombre real de Cajeme era José María Leyva quien nació en Hermosillo. Su aprendizaje militar se dio en los campos de batalla, organizó hábilmente a sus hombres para defenderse contra los abusos de los terratenientes, nombrándose capitán general y administrador de los ríos Yaquis y Mayo.

En 1885 sufrió un intento de asesinato por Loreto Medina que era uno de sus hombres de confianza. La tentativa fracasó y la guerra de los yaquis contra el gobierno de Sonora se hizo intenso, los triunfos de los indios sonorenses se dieron al comienzo de la lucha. Con el tiempo, el aparato represivo de la dictadura combatió con fiereza y superioridad militar a los rebeldes, las propuestas de paz no llegaron y la guerra se decidió a favor del gobierno, por lo que los yaquis se organizaron en guerrillas para continuar combatiendo. En 1887 Cajeme fue delatado y detenido en Guaymas, ridiculizado y paseado por varios pueblos de la región. Fue torturado y asesinado en la población de Cócorit. En ese momento se pensó que la revuelta llegaba a su fin.

El asesinato de Cajeme permitió a los beneficiarios del régimen porfirista especular y adquirir tierras baldías en las regiones más fértiles y  a precio de regalo. La empresa Richardson Construction Company adquirió 400 000 hectáreas al precio de setenta centavos por hectárea. The Yaqui Delta Company obtuvo concesiones  similares por lo que la guerra de los yaquis entró a un fase más dura y cruel. Juan Maldonado, conocido como Tetabiate, fue quien continuó la lucha que años antes iniciara Cajeme. Como represión los yaquis fueron deportados a las poblaciones henequeneras de Yucatán, a las haciendas en Valle Nacional o pasaron los Estados Unidos, en un intento de extinción étnica. En esta lucha por la tierra se mostró el carácter indomable de los yaquis.

La guerra de las castas en Yucatán fue notable en el Porfiriato. Los indios mayas desde la época de la Colonia se levantaron contra sus explotadores, los blancos dueños de las haciendas. Uando el henequén se industrializó en Yucatán el despojo de las tierras a los indígenas y campesinos se intensificó. Los actos arbitrarios de los capitalistas mexicanos y extranjeros en el campo yucateco eran el pan de cada día y la situación se volvía inaguantable.

A pesar de que la ruta del exilio de los yaquis fue a parar en Yucatán, la despoblación de la fuerza de trabajo campesina se acentuó en esta región de la República porque muchos indios mayas se retiraban a la selva para evadir la explotación de la casta divina o de los hacendados henequeneros. Al ver esta situación el aparato represivo de Porfirio Díaz lanzó campañas de reclutamiento de los mayas libres en Chen Santa Cruz  donde los indígenas habían establecido su capital. El problema de los mayas jamás quedó resuelto durante la dictadura porfirista.

En 1890 se inició otro movimiento campesino en el norte de México, el de los indios mayos en la población de Jamlabampo, municipio de Álamos, cerca del río Mayo. El origen de este conflicto, que puede considerarse como religioso y mesiánico, fue la aparición del santo, un joven indio con supuestos poderes divinos, que estaban causando mucha expectación y congregaba gran cantidad de gente necesitada de ayuda espiritual.

Ante la desconfianza de que la reunión pudiera crecer, el coronel Antonio Rincón, jefe militar del río Mayo y asentado en el pueblo de Huatabampo, Sonora, decidió intervenir para evitar futuros desórdenes y cualquier tipo de conspiración. Este militar se enteró que los indios mayos eran personas pacíficas y trabajadoras que laboraban en ranchos y haciendas, no obstante, les ordenó que se retiraran y al ser desobedecido, los aprehendió.

El levantamiento de Tomóchic en el Porfiriato muestra la tragedia de los indios en la historia mexicana. El origen de este movimiento se halla en los abusos de las autoridades porfiristas; la trilogía compuesta por el ejército, el clero católico y los hacendados fue determinante para mantener en un estado de sujeción y de ignorancia e la población rural.

El detonante que desencadenó la rebelión tomochiteca fue el surgimiento de una iluminada: Santa Teresa de Cabora. Un grupo de peregrinos que iba a Cabora chocó con un regimiento de caballería que prohibió la manifestación religiosa. El empecinamiento de las partes los llevó a la violencia y los soldados del pelotón fueron asesinados, dos compañías más serían aniquiladas cuando las enviaron a sofocar los acontecimientos en la sierra. El orden y progreso de la dictadura porfiriana otra vez se encontraba en tela de juicio.

La respuesta de Porfirio Díaz y el ejército no se hizo esperar. Envió a 1,500 soldados equipados con artillería pesada y después de tres días de combate Tomóchic quedó vencida con la muerte de todos sus defensores. Igual suerte corrió el pueblo de Temosachic en 1894. En suma, los movimientos campesinos e indígenas que se dieron en el régimen porfirista, a pesar de sus resultados desfavorables, sirvieron  para cuartear paulatinamente el edificio de la dictadura que se caería con el soplo revolucionario de 1910.

El problema obrero

Con las inversiones del capital extranjero que se hicieron en los regímenes presidenciales de Porfirio Díaz, el rostro de México cambió. El desarrollo de la minería y el crecimiento de las industrias adquirieron de una abundante fuerza de trabajo local que además resultara barata y fácil de conseguir. En esta etapa la clase obrera se consolidó como parte del proletariado que los capitalistas utilizaron para alcanzar altos niveles de producción.

Las condiciones de vida de los obreros mexicanos no eran tan duras como las de los campesinos e indígenas. Sin embargo, no escaparon a la explotación en las minas y en las fábricas. Su situación laboral distaba de ser la mejor, el horario de trabajo oscilaba de 12 a 15 horas, en muchos casos no existía el descanso dominical, no se reglamentaba la contratación de mujeres y niños quienes realizaban actividades pesadas, los accidentes de trabajo no eran absorbidos por los dueños de las empresas, los salarios apenas alcanzaban para vivir y la tienda de raya de la fábrica, al igual que la de las haciendas, mermaba demasiado el dinero que recibían los obreros debido al encarecimiento de los productos y el sistema de deuda que les aplicaban.

El trato que recibían los obreros extranjeros era muy diferente del que se otorgaba a los mexicanos. Por trabajo igual recibían el doble y hasta el triple salario los primeros. En los ascensos de categorías se prefería al trabajador foráneo y además los obreros del país sufrían fuertes deducciones para actividades religiosas y deficientes servicios médicos.

Entre 1880 y 1900 las huelgas y movimientos obreros fueron considerables en la industria textil, en los trabajadores ferrocarrileros y en la industria tabacalera. Orden y progreso del Porfiriato se tambaleaban a cada momento y la pacificación por la fuerza acentuaba continuamente.
En los albores del siglo XX varios movimientos huelguísticos sacudieron al régimen porfiriano. En 1906 estalló la huelga de Cananea en el norte de México, los trabajadores de la empresa cuprífera demandaban mejorías en las condiciones laborales.

El movimiento tiene como causa fundamental la existencia de obreros gringos que no se integraban con los mexicanos, además, la influencia de las ideas anarquistas en Manuel M. Diéguez y Esteban Baca Calderón fueron determinantes para organizar el paro laboral y redactar el documento que justifica peticiones como la jornada de 8 horas de trabajo, salario de cinco pesos y que el número de trabajadores fuera del 75% cuando menos. Porfirio Díaz no intentó siquiera una débil negociación con los obreros huelguistas o con William C. Green, representante de la empresa, por tanto no hubo arreglo favorable. Las partes mantuvieron sus posturas y violencia se desató. En la versión cinematográfica de la película Cananea se observa el uso del aparato represivo de Díaz y la incorporación de la policía montada de los Estados Unidos que participó activamente para aplastar la huelga. El ejemplo de lo ocurrido en la Cananea Consolidated Copper Co. se extendió   en otros centros industriales de México.

Los resultados de las huelgas de Cananea y Río Blanco preocuparon a Porfirio Díaz y alertaron a los dueños del capital extranjero que pensaban en el futuro de sus inversiones en México, máxime que se acercaban las elecciones presidenciales de 1910.

El otoño porfirista

La dictadura había envejecido al igual que al patriarca Porfirio. De nada sirvió que el ejército, el grupo favorito de Díaz, se mantuviera fiel por las canonjías y privilegios disfrutados durante muchos años. Personajes como Bernardo Reyes y Ramón Corral pretendieron sustituir a Porfirio Díaz en el poder, pero sin sustento ideológico poco pudieron hacer para lograrlo.

El grupo de los científicos que surgió de la Unión Liberal en 1902 intentó mantener el equilibrio del poder. Muchos de ellos pertenecían a la burguesía nacional y el grupo se convirtió en una simple burocracia que confiscaba la vida nacional y se enriquecía a espaldas del pueblo. En sus filas se identificaba a Justo Sierra, Gabino Barreda, José Ices Limantour y Francisco Bulnes entre otros. Años después, en 1909m se convirtió en el Partido Nacional Porfirista que postulaba oficialmente Porfirio Díaz y a Ramón Corral como candidatos a la presidencia y vicepresidencia respectivamente.

La difusión clandestina de las ideas anarquistas y el resurgimiento de la ideología liberal, al conmemorar cada año la Constitución de 1857, perfilaron con claridad la oposición a la dictadura. El 5 de febrero de 1901 se reunió en San Luis Potosí el Primer Congreso Nacional de Clubes Liberales Mexicanos convocados por el ingeniero Camilo Arriaga. En ese foro se marcó la línea que delimitaba la dictadura asociada al imperialismo capitalista y los anhelos de justicia del pueblo mexicano.

La verdadera oposición al régimen de Porfirio Díaz se concentró en el Partido Liberal Mexicano. En 1905, en San Luis Missouri, se fundó ese organismo y uno de sus líderes más destacados por su fuerza ideológica era Ricardo Flores Magón, figura menospreciada por la historia oficial. Otros integrantes fueron Juan Sarabia, Antonio I. Villarreal, Enrique Flores Magón, Librado Rivera, Manuel Sarabia y Rosalío Bustamante.

El 1° de Julio de 1906 lanzaron el programa del Partido Liberal Mexicano. El documento, bastante completo para su tiempo, tenía principios que implicaban hondas transformaciones económicas, políticas y sociales. Concebían la revolución como el único medio para conseguirlo. Algunos puntos 
sobresalientes  de su manifestó son:

  • Reducir el periodo presidencial a cuatro años.
  • Prohibir la reelección del presiente y gobernantes de los estados.
  • Inhabilitar el cargo de vicepresidente.
  • Suprimir el servicio militar y establecer la guardia nacional.
  • Reestablecer la libertad de palabra y prensa.
  • Abolir la pena de muerte, excepto para los traidores a la patria.
  • Agravar la responsabilidad de los funcionarios públicos.
  • Suprimir los tribunales militares en tiempo de paz.
  • Multiplicar el número de escuelas primarias.
  • Impartir educación laica y obligatoria hasta los 14 años.
  • Pagar buenos sueldos a los maestros y atender la educación cívica.
  • Hacer obligatoria la enseñanza de artes y oficios.
  • Suprimir las escuelas administradas por el clero.
  • Sancionar el incumplimiento de las leyes de reforma.
  • Establecer un máximo de 8 horas de trabajo.
  • Obligar a los patrones a pagar indemnizaciones por accidentes laborales.
  • Mantener las buenas condiciones de higiene y seguridad para los obreros.
  • Declarar nulas las deudas de los jornaleros a sus patrones.
  • Hacer obligatorio el descanso dominical.
  • Ocupar más trabajadores mexicanos que extranjeros.
  • Obligar a los patrones a pagar los salarios en efectivo.
  • Gravar el agio, los artículos de lujo y los vicios.
  • Establecer lazos de unión con los países latinoamericanos.
  • Confiscar las tierras improductivas.

La influencia de estos postulados fue determinante en las huelgas obreras de Cananea y Río Blanco, pero su trascendencia histórica e observa mejor en la Constitución de 1917 que surgió del movimiento revolucionario. El Partido Liberal Mexicano, mientras tanto, jugó un papel importante en el derrocamiento de la dictadura porfirista.

La entrevista Díaz-Creelman marcó el fin del Porfiriato. El 17 de febrero de 1908 se publicó la entrevista que Porfirio Díaz sostuvo con James Creelman, destacado periodista norteamericano del Pearsons Magazine de Nueva York. En este sorpresivo documento político, Díaz hizo un balance de su gestión presidencial. Consideraba que su presencia en el poder implicaba la aprobación de los mexicanos respecto a su manera de gobernar. Declaró que había recibido un país belicoso, dividido y en quiebra, 27 años después, él lo entregaba con solidez económica y unidad social. Porfirio Díaz admitió que sus métodos de gobierno fueron severos y crueles no pudiendo evitar el derramamiento de sangre. Que la paz fue forzada pero necesaria.

Finalmente dijo que no participará en la elección presidencial de 1910 argumentando que estaba viejo y cansado, que vería con buenos ojos la existencia de otros partidos de oposición y que el pueblo de México ya estaba maduro para ejercer la democracia. Lo expresado dio lugar a la formación de varios partidos políticos y promovió el interés por la vía cívica del país.

El Partido Nacional Porfirista, conformado entre febrero y abril de 1909, postuló a Porfirio Díaz como presidente y a Ramón Corral como vicepresidente.
El Partido Democrático, surgió a principios de 1909, participando Benito Juárez Maza y Jesús Flores Magón entre otros. Proponían el cambio del régimen por la vía pacífica y el voto electoral. Postularon a Bernardo Reyes como vicepresidente.

Partido Nacionalista Democrático, creado en septiembre de 1909 con gente como Ángel Zozaya y Diego Arenas Guzmán. Constituido del disuelto Partido Democrático decidió actuar como el grupo radical de la dictadura para derrocarla.

Partido Antirreeleccionista, también conformado en 1909. Algunos de sus miembros fueron Francisco I. Madero, Emilio Vázquez Gómez, Félix Palavicini, José Vasconcelos, Luis Cabrera y otros.  Con el principio de Sufragio efectivo, no reelección intentaron cambiar el régimen por la vía del voto en el proceso electoral. Antes, en 1908, Madero había publicado el libro La sucesión presidencial  en 1910 donde expuso la necesidad de modernizar el camino político de México a través del libre ejercicio de la democracia. Hasta este momento los antirreeleccionistas no vislumbraban la revolución como el método para resolver los problemas nacionales.

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