Posmodernismo
Al inicio de la década de los años ochenta del siglo XX, el
panorama artístico internacional se vio sacudido por una amplia gama de
manifestaciones y actitudes que pusieron en manifiesto, tanto en el plano
teórico como en el práctico, la progresiva ruptura del arte con el espíritu de
la modernidad. Esta ruptura condujo a una nueva corriente ideológica y
artística que se hizo presente en la última década del siglo, la cual recibió
el nombre de Posmodernismo, cuyas características más sobresalientes son:
- Disolución de los discursos artísticos globales.
- Perdida de la homogeneidad.
- Retorno a las imágenes con el consiguiente abandono de la estética reduccionista.
- Rechazo del proyecto.
- Nomadismo, bajo el supuesto que el artista no pertenece a un solo lugar, ni se compromete con algún lenguaje plástico particular del pasado.
- Fragmentación y eclecticismo.
Pero la verdadera esencia de la posmodernidad es el rechazo
al racionalismo de la pureza formal y de la abstracción, y al compromiso
social. Las ideas posmodernistas se aplicaron al campo de las artes plásticas
con la defensa del principio de libertad absoluta para el creado y la
eliminación de las modas e ismos. El resultado ha sido un tipo de arte que
aparentemente no cree en el progreso ni en la incidencia social del mismo, un
arte que saquea la historia acumulando desordenadamente en el presente las
experiencias del pasado, un arte no excluyente sino acumulativo que ha
recuperado el decorativismo y la argumentación literaria o personal como base de
su proceso creativo.
En Estados Unidos el Posmodernismo se dio a conocer hacia
1984-1985, en la ciudad de Nueva York,
gracias a una serie de exposiciones organizadas por un pequeño círculo de
galeristas y coleccionistas. Los artistas que presentaron sus obras en las
primeras exposiciones fueron calificados por los críticos como neominimalistas,
neoconceptualistas, simulacionistas o nuevos abstractos. Sus obras tratan de
llevar a cabo una nueva lectura de las tendencias artísticas desarrolladas en
Estados Unidos desde 1960, utilizando objetos industriales de consumo habitual,
repertorios figurativos y abstractos, así como fotografías publicitarias. Entre
los artistas norteamericanos más representativos del Posmodernismo podemos
citar a Jean-Michel Basquiat, Ashley Bickerton, Peter Halley, Jeff Koons,
Haim Steinbach, Robert Gober, Jenny
Holzer, Bárbara Kruger y Julian Schnabell.
Jean-Michel Basquiat |
En el contexto alemán han surgido a fines del siglo X gran
cantidad de artistas que han recuperado las posturas más radicales del
Expresionismo de los primeros años del siglo. En ocasiones se alude a ellos
como neoexpresionistas; sin embargo, también se puso en circulación, a
principios de la década de los ochenta, la denominación de Neuen Wilden (Nuevos salvajes), retomando el concepto de wild, equiparable al de fauve en Francia. El arte de los Nuevos
Salvajes se aproxima, por el empleo sistemático de unos colores fuertes y
agresivos, así como por los temas abordados a una concepción muy próxima al
primitivismo que también se hallaba presente en la obra de algunos artistas de
principios del siglo XX. Entre los exponentes de este movimiento están Karl
Horst Hödicke, Rainer Fetting, Helmut Middendorf y Salomé.
La Transvanguardia
El concepto de Transvanguardia fue acuñado a fines de la década
de los setenta del siglo XX por el crítico italiano Achille Bonito Oliva,
quien, además de difundirlo a través de sus escritos, planteó una serie de
cuestiones que podían constituir las características de esta modalidad
artística. Bonito Oliva como punto de partida las mismas manifestaciones de los
propios artistas italianos que integraban su círculo, a los que denominó
“transvanguardistas”; entre éstos
destacan Sandro Chia, Leo Castelli, Francesco Clemente, Mimmo Paladino,
Enzo Cucchi y Nicola de María.
Leo Castelli |
En sus textos iniciales, Bonito Oliva hacía énfasis en el
hecho de que el arte de la Transvanguardia había surgido como necesidad y
respuesta ante la actitud asumida por los artistas que trabajaron dentro del
Arte Povera. Según el crítico italiano, ese arte de fines de los años sesenta
poseía connotaciones moralistas y una actitud represiva hacia los excesos de la
sociedad.
La característica más significativa de la Transvanguardia es
la adopción de una posición nómada, trasladándose de un estilo a otro con
respecto a los lenguajes del pasado, sin
respetar filiación determinada alguna. En ese sentido, resulta claro que la
Transvanguardia no agrupó a los artistas
por afinidades de lenguaje plástico, sino por su coincidencia en la concepción
filosófica del arte. El empleo de fragmentos de diversas obras y el carácter
discontinuo son los elementos más importantes del lenguaje transvanguardista;
el hecho de que un pintor tome fragmentos de distintas obras del pasado no implica en modo alguno que se
identifique con todos y cada uno de los lenguajes a los que corresponden dichos
fragmentos, sino que hace referencia a su deseo de utilizarlos para crear una
obra nueva. Por otra parte, el carácter discontinuo de las obras
transvanguardistas implica un rechazo a
cualquier tendencia a la repetición.
El artista de la Transvanguardia, ya sea en el contexto
italiano o en otro ámbito, no intenta expresar actitudes heroicas a través de
sus obras; su deseo es valorar pequeños sucesos presentándolos en sus obras con
una sensibilidad propia e individual, con un cierto rasgo de ironía. Ésta
permite el alejamiento de cualquier connotación que suponga la mistificación de
un hecho determinado. Por este motivo, los artistas italianos recurren a la ironía con frecuencia, hasta provocar a
veces la risa en el espectador. En este sentido, los títulos dados a las obras
ya sean pinturas o piezas escultóricas, son muy a menudo aspectos muy
importantes por considerar; las historias que narran quedan explicadas a través
de estos títulos y constituyen en sí mismos una pequeña narración.
Desde el punto de vista formal, los artistas cuya obra se
sitúa a finales de la década de los setenta y en los años ochenta se han
caracterizado por emplear todo tipo de técnicas, gamas cromáticas, elementos
propios del lenguaje figurativo, así como otros de carácter puramente
abstracto. En muchas de las obras de este periodo se advierte una clara
tendencia a subrayar el valor decorativo de la pintura. Uno de los sistemas
para poner de manifiesto este carácter decorativo es el empleo de signos, ya
sean abstractos o figurativos, repetidos en distintas zonas de la superficie
del cuadro.
Los formatos preferentemente utilizados por estos artistas
son los de gran tamaño, que permiten una relación nueva con el espectador,
desde un punto de vista espacial. Este aspecto deriva de la concepción de la
pintura norteamericana del período posterior a la Segunda guerra mundial. Tanto
los expresionistas abstractos, como los pop o los pintores de Nueva Abstracción
optaron siempre por los grandes formatos. En su caso, se trataba de un deseo de
obtener un espacio distinto al que había prevalecido hasta ese momento en las
vanguardias, pero en el caso de los artistas posmodernos, puede ser un aspecto
más de ese carácter nómada que impera en su concepción del arte.
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