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Posmodernismo y Transvanguardismo


Posmodernismo

Al inicio de la década de los años ochenta del siglo XX, el panorama artístico internacional se vio sacudido por una amplia gama de manifestaciones y actitudes que pusieron en manifiesto, tanto en el plano teórico como en el práctico, la progresiva ruptura del arte con el espíritu de la modernidad. Esta ruptura condujo a una nueva corriente ideológica y artística que se hizo presente en la última década del siglo, la cual recibió el nombre de Posmodernismo, cuyas características más sobresalientes son:

  1. Disolución de los discursos artísticos globales.
  2. Perdida de la homogeneidad.
  3. Retorno a las imágenes con el consiguiente abandono de la estética reduccionista.
  4. Rechazo del proyecto.
  5. Nomadismo, bajo el supuesto que el artista no pertenece a un solo lugar, ni se compromete con algún lenguaje plástico particular del pasado.
  6. Fragmentación y eclecticismo.


Pero la verdadera esencia de la posmodernidad es el rechazo al racionalismo de la pureza formal y de la abstracción, y al compromiso social. Las ideas posmodernistas se aplicaron al campo de las artes plásticas con la defensa del principio de libertad absoluta para el creado y la eliminación de las modas e ismos. El resultado ha sido un tipo de arte que aparentemente no cree en el progreso ni en la incidencia social del mismo, un arte que saquea la historia acumulando desordenadamente en el presente las experiencias del pasado, un arte no excluyente sino acumulativo que ha recuperado el decorativismo y la argumentación literaria o personal como base de su proceso creativo.

En Estados Unidos el Posmodernismo se dio a conocer hacia 1984-1985, en la ciudad de  Nueva York, gracias a una serie de exposiciones organizadas por un pequeño círculo de galeristas y coleccionistas. Los artistas que presentaron sus obras en las primeras exposiciones fueron calificados por los críticos como neominimalistas, neoconceptualistas, simulacionistas o nuevos abstractos. Sus obras tratan de llevar a cabo una nueva lectura de las tendencias artísticas desarrolladas en Estados Unidos desde 1960, utilizando objetos industriales de consumo habitual, repertorios figurativos y abstractos, así como fotografías publicitarias. Entre los artistas norteamericanos más representativos del Posmodernismo podemos citar a Jean-Michel Basquiat, Ashley Bickerton, Peter Halley, Jeff Koons, Haim  Steinbach, Robert Gober, Jenny Holzer, Bárbara Kruger y Julian Schnabell.


Jean-Michel Basquiat


En el contexto alemán han surgido a fines del siglo X gran cantidad de artistas que han recuperado las posturas más radicales del Expresionismo de los primeros años del siglo. En ocasiones se alude a ellos como neoexpresionistas; sin embargo, también se puso en circulación, a principios de la década de los ochenta, la denominación de Neuen Wilden (Nuevos salvajes), retomando el concepto de wild, equiparable al de fauve en Francia. El arte de los Nuevos Salvajes se aproxima, por el empleo sistemático de unos colores fuertes y agresivos, así como por los temas abordados a una concepción muy próxima al primitivismo que también se hallaba presente en la obra de algunos artistas de principios del siglo XX. Entre los exponentes de este movimiento están Karl Horst Hödicke, Rainer Fetting, Helmut Middendorf y Salomé.

La Transvanguardia

El concepto de Transvanguardia fue acuñado a fines de la década de los setenta del siglo XX por el crítico italiano Achille Bonito Oliva, quien, además de difundirlo a través de sus escritos, planteó una serie de cuestiones que podían constituir las características de esta modalidad artística. Bonito Oliva como punto de partida las mismas manifestaciones de los propios artistas italianos que integraban su círculo, a los que denominó “transvanguardistas”; entre éstos  destacan Sandro Chia, Leo Castelli, Francesco Clemente, Mimmo Paladino, Enzo Cucchi y Nicola de María.

Leo Castelli


En sus textos iniciales, Bonito Oliva hacía énfasis en el hecho de que el arte de la Transvanguardia había surgido como necesidad y respuesta ante la actitud asumida por los artistas que trabajaron dentro del Arte Povera. Según el crítico italiano, ese arte de fines de los años sesenta poseía connotaciones moralistas y una actitud represiva hacia los excesos de la sociedad.

La característica más significativa de la Transvanguardia es la adopción de una posición nómada, trasladándose de un estilo a otro con respecto a los lenguajes  del pasado, sin respetar filiación determinada alguna. En ese sentido, resulta claro que la Transvanguardia no agrupó  a los artistas por afinidades de lenguaje plástico, sino por su coincidencia en la concepción filosófica del arte. El empleo de fragmentos de diversas obras y el carácter discontinuo son los elementos más importantes del lenguaje transvanguardista; el hecho de que un pintor tome fragmentos de distintas obras  del pasado no implica en modo alguno que se identifique con todos y cada uno de los lenguajes a los que corresponden dichos fragmentos, sino que hace referencia a su deseo de utilizarlos para crear una obra nueva. Por otra parte, el carácter discontinuo de las obras transvanguardistas  implica un rechazo a cualquier tendencia a la repetición.

El artista de la Transvanguardia, ya sea en el contexto italiano o en otro ámbito, no intenta expresar actitudes heroicas a través de sus obras; su deseo es valorar pequeños sucesos presentándolos en sus obras con una sensibilidad propia e individual, con un cierto rasgo de ironía. Ésta permite el alejamiento de cualquier connotación que suponga la mistificación de un hecho determinado. Por este motivo, los artistas italianos recurren  a la ironía con frecuencia, hasta provocar a veces la risa en el espectador. En este sentido, los títulos dados a las obras ya sean pinturas o piezas escultóricas, son muy a menudo aspectos muy importantes por considerar; las historias que narran quedan explicadas a través de estos títulos y constituyen en sí mismos una pequeña narración.

Desde el punto de vista formal, los artistas cuya obra se sitúa a finales de la década de los setenta y en los años ochenta se han caracterizado por emplear todo tipo de técnicas, gamas cromáticas, elementos propios del lenguaje figurativo, así como otros de carácter puramente abstracto. En muchas de las obras de este periodo se advierte una clara tendencia a subrayar el valor decorativo de la pintura. Uno de los sistemas para poner de manifiesto este carácter decorativo es el empleo de signos, ya sean abstractos o figurativos, repetidos en distintas zonas de la superficie del cuadro.

Los formatos preferentemente utilizados por estos artistas son los de gran tamaño, que permiten una relación nueva con el espectador, desde un punto de vista espacial. Este aspecto deriva de la concepción de la pintura norteamericana del período posterior a la Segunda guerra mundial. Tanto los expresionistas abstractos, como los pop o los pintores de Nueva Abstracción optaron siempre por los grandes formatos. En su caso, se trataba de un deseo de obtener un espacio distinto al que había prevalecido hasta ese momento en las vanguardias, pero en el caso de los artistas posmodernos, puede ser un aspecto más de ese carácter nómada que impera en su concepción del arte.


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