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Arte Antiguo de México


Antecedentes   

En 1943 el antropólogo alemán Paul Kirchhoff dio el nombre de Mesoamérica a una amplia región geográfica que en tiempos prehistóricos abarcaba desde el estado de Sinaloa y los ríos Lerma y Pánuco al norte, hasta el territorio de la actual Costa Rica. Kirchhoff detectó la presencia de numerosos rasgos culturales-materiales y no materiales-semejantes en el área que denominó Mesoamérica, y esos rasgos culturales conforman el llamado Patrón Cultural Mesoamericano.  El área geográfica en donde no se han encontrado elementos del Patrón Cultural recibe el nombre de Aridoamérica.

Mesoamérica se divide en cinco áreas culturales, diferenciadas a partir de los sistemas ecológicos propios de cada región donde se asentaron las distintas culturas:
  • Culturas del Sureste mexicano: Cultura maya.
  • Culturas del Golfo de Mexico Culturas Olmeca, Huasteca y Totonaca.
  • Culturas del Antiplano Central: Culturas teotihuacana, tolteca y azteca.
  • Culturas de Oaxaca: Culturas zapoteca y mixteca.
  • Culturas de Occidente: Culturas de Colima, Nayarit, Jalisco y Guerrero.

Para facilitar el estudio de la Historia del México Antiguo se han establecido periodos o etapas que comienzan desde la Prehistoria, a la cual se le denomina Horizonte Lítico, y terminan en el período conocido como Posclásico tardío.

La Prehistoria de Mesoamérica u Horizonte Lítico se caracteriza por la vida nómada de los grupos humanos dedicados a la caza, pesca y recolección de frutos. Durante esta etapa se produjeron en algunas regiones pinturas rupestres realizadas en el interior de las cuevas o en los abrigos rocosos, como los petroglifos que se pueden apreciar en algunos sitios de Nuevo Léon y Coahuila. Una importante muestra de arte rupestre también se ha encontrado en Baja California Norte.

El Horizonte protoneolítico es la etapa de transición entre el nomadismo y la sedentarización, donde al ser humano se dedicaba todavía a la caza, pesca y recolección de frutos, pero que paulatinamente condujo al cultivo del maíz o teosintle y otras plantas.

Al inicio del período Formativo empiezan a surgir en el centro y sur del actual territorio mexicanos los principales patrones culturales que habrían de marcar las fronteras con Aridoamérica; los seres humanos se vuelven sedentarios y se forman las primeras aldeas, iniciándose la tradición ceramista y con ella las primeras manifestaciones plásticas de un pensamiento mágico-religioso.

En este contexto surge la primera civilización de Mesoamérica: los olmecas.

Los Olmecas


En un área que comprende el actual estado de Tabasco y la porción media y sur de Veracruz, en la costa del Golfo de México, se desarrolló la sociedad olmeca, tradicionalmente aceptada como creadora de la civilización mesoamericana de mayor antigüedad. Los olmecas, que recibieron su nombre por la región que habitaban, llamada Olman, “la tierra de hule”, desarrollaron una civilización muy evolucionada que alcanzó su apogeo entre los siglos VI-V a.C. La cultura olmeca puede ser considerada como la “madre” de todas las demás grandes civilizaciones del México Antiguo por haber sido la primera en desarrollar las principales innovaciones técnicas, artísticas y sociales mesoamericanas, desde la escritura jeroglífica y el empleo de los calendarios ritual y civil, hasta la práctica de los sacrificios humanos y la edificación de plataformas piramidales.
Pocos nos ha quedado de esta civilización; sin embargo, se pueden reconocer algunas características típicas del arte olmeca en las cabezas monolíticas colosales, que al parecer representaban jefes militares o religiosos, o en las estatuillas de jadeíta plasmando hombres y niños deformes llamados “baby face” por los arqueólogos, esculturas a las que quizá se les atribuía un significado mágico relacionado con el culto al jaguar, interferencia obtenida en virtud de las múltiples representaciones de este animal en muchas figuras escultóricas no sólo de manera naturalista, sino también mediante la expresión y los rasgos felinos en muchos de los rostros humanos. En la arquitectura sobresale el centro ceremonial de La Venta, en el actual estado de Tabasco, donde aparece una de las primeras canchas del Juego de pelota con planta en I, así como una plataforma piramidal y un montículo de tierra, integrados en un conjunto de patios.

Los Teotihuacanos



En el periodo clásico surgen las grandes ciudades-estado, importantes centros administrativos y al mismo tiempo sedes oficiales de culto religioso de las grandes civilizaciones teocráticas del periodo clásico. En el área del Altiplano Central, al norte de la actual Ciudad de México, se localiza Teotihuacán, cuyo significado se ha podido establecer como “lugar donde los hombres se hacen dioses”, y cuyo nombre se utiliza para designar a la civilización que más tarde se difundió por toda América Central: los teotihuacanos.

En el periodo de mayor desarrollo (250-650 d.C.), Teotihuacán se extendía sobre una superficie de 22 km² y estaba orientada a los cuatro puntos cardinales con una desviación de 17° hacia el este del eje norte-sur. El eje principal lo constituía la llamada Calzada de los Muertos, con una extensión de 3.5 kilómetros y un ancho aproximado de 40 metros. Al extremo norte de esta calzada se localiza la “Pirámide del Sol”, compuesta por cinco plataformas escalonadas superpuestas con una altura total de 63 metros y con escalinatas pronunciadamente inclinadas. En el centro del conjunto arquitectónico de Teotihuacán se encuentra la Ciudadela, formada por una secuencia de terrazas sobre las que se levantan más de quince pirámides pequeñas; el conjunto alberga además al “Templo de Quetzalcóatl”, decorado con figuras escultóricas que representan al dios Quetzalcóatl o Serpiente Emplumada, alternando con mascarones de Tláloc, dios de la lluvia.

En forma paralela el arte escultórico en piedra, generalmente inserto en la estructura arquitectónica, se desarrollaron en Teotihuacán obras escultóricas independientes y monumentales, como las de “Tláloc”, actualmente en la entrada del Museo de Antropología de la Ciudad de México, o la escultura de “La diosa Chalchiutlicue”, ahora situada en el mismo museo. Además de la producción escultórica y arquitectónica ya mencionada, también existen importantes muestras de pintura mural como las localizadas en el Palacio del Pájaro-mariposa (quetzalpapálotl), el famoso “Tlalocan” o 
Paraíso de Tláloc, que muestra  uno de los pasajes míticos más importantes de la región teotihuacana.

Los Zapotecas



En el valle de Oaxaca, al sur de la República mexicana, los zapotecas desarrollaron una importante civilización cuyos orígenes se remontan al período Preclásico o Formativo, alcanzando su máximo esplendor durante el periodo clásico, de manera simultánea a las civilizaciones teotihuacana y maya. El conjunto arquitectónico monumental de Monte Albán consistía en una ciudad sagrada, compuesta por varias plataformas escalonadas o pirámides de diferentes alturas, juegos de pelota y edificios dedicados muy probablemente al culto funerario, pues se han encontrado urnas con figuras humanas o adornadas con máscaras. En uno de los edificios de Monte Albán se encuentra una serie de relieves realizado en losas de piedra, representando figuras de individuos con deformidades físicas y actitudes grotescas, a los que se ha llamado “Los danzantes”. Otro edificio por destacar es el catalogado como “Edificio J”, que se distingue por su planta pentagonal y que, debido a su orientación, ha hecho suponer que se trataba de un observatorio astronómico.

Hacia el siglo x d.C., la cultura zapoteca vivió una repentina y rápida decadencia debido quizá a las invasiones del pueblo mixteca que, proveniente del México occidental, llegó a ocupar la ciudad sagrada, modificando en poco tiempo su estructura social y en consecuencia los estilos artístico, ejerciendo una profunda influencia sobre todos los aspectos de la cultura zapoteca.

Los Totonacas



Contemporánea también de estas civilizaciones mesoamericanas del periodo clásico, floreció la cultura totonaca (siglos VI-XII  d.C.), que habitó la región de Totonacapan, la “tierra donde abunda el alimento”, en las costas del actual estado de Veracruz.
El centro ceremonial más importante de la cultura totonaca fue la ciudad de Tajín, conformada por numerosos edificios distribuidos en una sucesión escalonada de plataformas artificiales rodeadas de cerros bajos. Dentro del conjunto urbano destaca la “Pirámide de los nichos”, templo dedicado a Tajín, deidad suprema de los totonacas; el valor estético de este edificio se fundamenta en el efecto de claroscuro logrado por los nichos, perforados en cada uno de los tableros rematados por cornisas biseladas, que decoran los siete cuerpos escalonados de la pirámide. La escalera de este templo, orientada al este, muestra en sus alfardas grecas realizadas en piedra.
En cuanto a la escultura, los totonacas realizaron en barro un gran número de figuras humanas que constituyen, al igual que en otras culturas, importantes documentos para conocer la forma de vestir, los oficios a que se dedicaban, los objetos que utilizaban y los rituales que practicaban. Entre estas figuras destacan las llamadas “caritas sonrientes”, cuya función fue muy posiblemente de índole religiosa, representadas casi siempre con los brazos abiertos o portando una sonaja en actitud de agitarla.

Además de la enorme cantidad de figuras de barro, los totonacas realizaron un tallado en piedra muy notable, en particular tres formas típicamente totonacas, conocidas como “yugos”, “hachas votivas” y “palmas”, que muy probablemente representan los objetos utilizados en el juego de pelota ritual.

Los Toltecas




A mediados del siglo VII d.C., grupos de pueblos nómadas denominados chichimecas, provenientes del norte de México, invadieron las tierras el Antiplano central, y se integraron a los grupos que antes habitaron Teotihuacán, llegando a formar una nueva cultura que heredó los rasgos de la civilización teotihuacana y a la que se conoce como tolteca. Hacia el año 980 los toltecas fundaron la ciudad de Tollan, la actual Tula en el estado de Hidalgo, cuyas grandiosas ruinas representan una nueva civilización, nacida de la mezcla de valores culturales locales con nuevos valores procedentes del norte. Los toltecas fueron un pueblo guerrero dirigido por una clase militarista que sustituyó rápidamente a la sacerdotal, imponiendo una nueva visión del mundo. La expresión artística también resultó influida por este cambio, y surgió en consecuencia un arte más sobrio y más severo, menos refinado. Ejemplos ilustrativos de este cambio en el arte los constituyen las cariátides o columnas en forma de guerreros, colosos que llevan sobre el pecho una mariposa estilizada, símbolo de planeta Venus, y que formaban parte integral del Templo de Quetzalcóatl en sus atributos de Estrella de la mañana “Tlahuizcalpantecutli”. Además de esta construcción podemos mencionar al “Palacio Quemado”, los juegos de pelota y el “tzompantli” o altar de cráneos.

Los Mayas


Desde finales del periodo Preclásico, se establecieron en el área sureste de Mesoamérica, en un extenso territorio comprendido entre la península de Yucatán y Honduras, los integrantes de un grupo étnico genéricamente conocido como los mayas. Este pueblo representa la cultura probablemente más compleja de todas las que se desarrollaron en el México Antiguo. Organizada en una serie de ciudades-estado, tuvo como centros más importantes los siguientes: Palenque y Bonampak en Chiapas; Uxmal, Kabah, Labná y Sayil en la península de Yucatán; Río Bec en la región de Campeche, así como Tikal, Copán y Quiriguá en Centroamérica. El Conjunto arquitectónico de estos centros, profundamente influidos por la cultura olmeca y por Teotihuacan, estaba formado por edificios y espacios caracterizados por una misma función básica ceremonial, con templos levantados sobre plataformas piramidales, recintos para el juego de pelota, patios y edificios para los sacerdotes y amplias explanadas donde se celebraban ceremonias rituales de carácter colectivo.

La arquitectura maya desarrolló dos estructuras fundamentales: una de base rectangular, construida sobre una base escalonada, destinada a la residencia de la clase gobernante, como el “Palacio de Palenque”; la otra de cuerpo cúbico levantada sobre plataformas piramidales provista de escalinatas de pronunciadas pendientes, dedicada al culto de los principales dioses. Mientras que el “Templo de las Inscripciones”, en la misma ciudad, es uno de los pocos ejemplos de pirámide funeraria de toda Mesoamérica. Construida exclusivamente como recinto funerario del rey Pacal, contenía además suntuosas ofrendas y un rico ajuar de objetos de jade, así como esculturas de estuco conocidas como las “Cabezas de Palenque”.

En Palenque se desarrolló también el arte de modelar el estuco, preferentemente pintado con rojo y azul, utilizado para decorar las columnas de los palacios y las criptas de los templos. Como ornamento de la arquitectura se tallaban además relieves escultóricos en los cuales se repetía la figura humana de manera naturalista, junto con la representación en relieve de jeroglifos y fechas calendáricas.

En la ciudad de Bonampak se han hallado frescos policromos que describen danzas, sacrificios y aspectos de la vida cortesana, con trazos tan espontáneos y de un tal riqueza de detalles que hacen de estas pinturas una obra excepcional en toda Mesoamérica. Además de su valor artístico, los murales de Bonampak contienen un gran valor histórico, pues demostraron a los estudiosos de la cultura maya el carácter guerrero de este grupo humano, antes considerado místico y pacífico.
El alto nivel cultural alcanzado por los mayas quedó de manifiesto en su escritura jeroglífica y la invención de una numeración vigesimal y dos calendarios: uno ritual de 260 días y uno solar de 365 días, los cuales funcionaban de modo que cada 52 años coincidían, señalando con ello el inicio de un ciclo histórico.

La invasión de nuevos grupos étnicos, repetida en varias ocasiones entre los siglos IX y X d.C., puso fin al apogeo artístico y cultural de los mayas del periodo Clásico, en momentos en que enfrentaban graves problemas internos debido a un considerable aumento demográfico y al creciente descontento de las clases bajas de la población, explotadas por la poderosa clase sacerdotal.
Tras un reinado intermedio de la dinastía Itzá, llegaron a la península de Yucatán grupos tolteas provenientes del Altiplano Central que a partir del siglo XI dominaron esta porción del antiguo territorio maya, produciéndose un florecimiento artístico con obras de gran calidad de influencia tolteca, entre los que destacan: el “Templo de los Guerreros”, el “Patio de las mil columnas”, la “Pirámide de kukulcán (Quetzalcóatl)” y el observatorio astronómico conocido como “El caracol”, todos en la ciudad de Chichén-Itzá.

Los Aztecas


Durante el siglo XII d.C. llegó al Valle de México, en la zona del Lago de Texcoco, un nuevo grupo  proveniente del norte de Mesoamérica y relacionado con la misma raíz náhuatl que los toltecas. Originarios, según su propia tradición, de la mítica Aztlán (tierra de garzas), los aztecas o mexicas, un pueblo de rígida organización militar, fundaron en 1325 la más esplendorosa ciudad del México antiguo: México-Tenochtitlan.

Los aztecas estaban gobernados por un jefe militar o tlatoani, que tenía la tarea de guiar a su pueblo y promover las “guerras floridas”, que les permitieron conquistar un vasto territorio en Mesoamérica, y dominar a la mayoría de sus pueblos en un lapso de doscientos años. Herederos de la cultura artística tolteca, los aztecas absorbieron algunas de las tradiciones y creencias religiosas de los pueblos subyugados por ellos, para conformar una cultura que evolucionó sistemáticamente durante toda la existencia de su Estado imperial, hasta el momento en que fue vencido por los españoles en 1521. Si bien muchos templos de la antigua Tenochtitlan fueron destruidos por los españoles durante y después de la Conquista, la arqueología ha rescatado buena parte de las plataformas piramidales que los sostenían. Así, aún pueden observarse vestigios del antiguo esplendor del Recinto del Templo Mayor, incluyendo canchas del juego de pelota, así como algunos altares y tzompantli. Se podría decir que la vida de los aztecas estaba determinada en gran parte por el culto a los dioses, y por tanto las manifestaciones artísticas de halaban consagradas a su glorificación.

La vida de los aztecas como pueblo guerrero era rígida y austera, e igual era la escultura, sobria y vigorosa, evidente en las figuras de guerreros, las urnas de basalto y los recipientes tallados con la misma roca volcánica para contener los corazones de las víctimas sacrificadas, conocidos como cuauhxicalli. Sus decoraciones  en relieve tienen la peculiaridad formal de tender a la representación simultánea de todos los planos de la composición, contemplando la escena desde varios puntos de vista al mismo tiempo.


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