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Estructura Económica y social


Durante el siglo XIX, la economía nacional se caracterizó por ser débil y vulnerable a los intereses extranjeros; no se le dio la atención necesaria por los gobiernos en turno ya que estos estaban más interesados en los asuntos políticos. No faltaron algunos intentos por reactivarla, pero fracasaban por no empezar con transformar la estructura económica heredada de la colonia.

En cuanto a la minería, principal actividad económica del país, esta sufre el impacto del movimiento de independencia y de los efectos de inestabilidad política en el México independiente; empresarios ingleses realizaron importantes inversiones en este renglón, pero la desorganización del país impidió buenos resultados. El promedio de las exportaciones anuales, en su mayor parte plata y oro, se redujo de 16 millones de pesos, en el periodo de 1800-1810, a 194 mil pesos en los años comprendidos entre 1861 y 1867.

En el comercio, nuestro país al desligarse económicamente de España; terminaba con el monopólico comercial que sujetaba a México; el reto era enfrentarse a relaciones comerciales con otras naciones como Inglaterra y los Estados Unidos. El panorama era difícil por las diferencias tan grandes con esos países europeos y por lo heredado de la colonia; no se veía la manera de producir lo suficiente para satisfacer el mercado interno y el externo. La falta de caminos, la inseguridad y los medios de transporte anticuados, ya que a lomo de mula circulaban las mercancías, impidieron un desarrollo comercial.

Para tratar de impulsar la economía se fundó el Banco de Avío, el 16 de octubre de 1830, a iniciativa de Lucas Alamán con capital de un millón de pesos disponibles, para adquirir y distribuir maquinaria moderna, especialmente de textiles. Estas fueron importadas, su traslado fue muy caro y difícil, las refacciones no se conseguían y muchas veces no era la maquinaria adecuada para el algodón mexicano; se agrega que frecuentemente la mano de obra era diezmada por la leva y la disponible no estaba capacitada y además tenía arraigada la costumbre de festividades religiosas; los puestos importantes en las empresas por lo general eran ocupados por extranjeros con sueldos elevados. El banco dispuso capitales también para las empresas siderúrgicas en la fabricación de maquinaria, pero el atraso tecnológico que imperaba en el país impidió buenos resultados. Doce años tuvo de vida ya que fue clausurado en septiembre de 1842 al declarársele de nula utilidad y provecho para la nación; la institución bancaria había invertido en muchos proyectos que resultó un fracaso. Para continuar la idea de industrializar al país se fundó en este año la Dirección General de Industrias, pero las cargas fiscales y la carencia de capitales impidieron el progreso, además, la baja calidad y altos precios de la escasa producción interna orillaron al consumidor a los artículos importados, el contrabando se hacía presente, la mayor parte proveniente de Inglaterra, enseguida de Francia, los Estados Unidos y Alemania. El algodón mexicano, sobre todo el producido en Veracruz y Tepic costaba entre 15 y 22 pesos el quintal en el lugar de producción, mientras en Puebla se pagaba a 38 y 48 pesos. En cambio el algodón importado de Estados Unidos, antes de pagar derechos aduanales en Veracruz costaba doce pesos.

Fue un intento por transformar económicamente al país y crear una industria nacional estableciendo además una política arancelaria de tipo proteccionista, pero lo que realmente se estaba protegiendo era una industria ficticia, no había nada que proteger ya que el pueblo mexicano apenas conocía los más elementales y rudos instrumentos de trabajo, más que producción industrial lo que se tenía era una producción cercana a lo artesanal.

Se deseaba echar a caminar todo un aparato productivo sin afectar los bienes en manos muertas, siendo que el clero había conservado sus propiedades, y es más, las había aumentado, ya que tenía las restricciones que durante la colonia le impuso la Corona española, por lo tanto quedó en una posición privilegiada.

A mediados del siglo, algunos factores influyeron para que la economía empezara a tomar forma, por ejemplo con las primeras líneas telegráfica de México a Veracruz y el aprovechamiento de otros puertos de altura, pero aún pesaba mucho la situación inestable del país. Se podría decir que el panorama económico mexicano del siglo XIX comenzó a tomar rumbo cuando finalizaba la centuria con la construcción de una red de ferrocarriles, la primera línea se inauguró en 1873 de México a Veracruz, conectaba los centros productivos del país con las naciones industriales; durante los gobiernos de la República restaurada e inició el Porfiriato, se adoptó el lema de los positivistas “orden y progreso”, base de un programa político y con una notable influencia en lo económico; esto atraía y convencía a los inversionistas extranjeros provenientes de Inglaterra, Francia y Estados Unidos.

La cuestión agraria transita, de la colonia al México independiente, sin cambios profundos o sustanciales en cuanto a la posesión de la tierra en pocas manos y la tecnología atrasada. El ramo de la producción de algodón era a base de técnicas elementales y nulo control de la calidad, se agregan los intermediarios, comerciantes y usureros que encarecían el producto, además su producción se había reducido, se calcula que por la mitad; a diez años de consumarse la independencia nacional la agricultura tenía un aspecto desolado, la leva y la inseguridad había dejado el campo abandonado y los hacendados tuvieron que organizar su propia defensa a través de grupos rancheros. La situación se agravó más porque gran parte de la tierra pasó a ser propiedad del clero la cual no producía convenientemente. Otros propietarios, los hacendados criollos, en muchos casos no residían en sus haciendas y dejaban todo en manos de sus administradores; los peones comúnmente acasillados –endeudados sin posibilidades de abandonar sus lugares de trabajo- tenían salarios bajos y extensas jornadas y más explotados por la tienda de raya por ejemplo. Las intenciones del sector liberal de desarrollar la agricultura chocaban con la vieja estructura de propiedad en manos de la Iglesia.

La deuda externa es otro de los elementos significativos de la economía del siglo XIX, una carga que nuestro país ha sufrido desde los primeros años de la vida independiente, donde se tenía esta loza pesada que hasta la fecha no se ha podido acabar, lo que es peor, ha ido aumentando. Las raíces de este mal crónico se tienen entre otras cosas por la violencia y la inseguridad que ocasionaron daños en la propiedad de extranjeros en México, quienes exigieron la indemnización correspondiente, los gobernantes acudieron al endeudamiento exterior iniciándose el largo camino de créditos externos; la falta de dinero obstaculizaba los programas de gobierno teniendo que recurrir al financiamiento extranjero para sustentarlos, comprometiendo con ello la soberanía nacional; los gastos excesivos por parte del aparato gubernamental, principalmente en la milicia; requerían grandes recursos económicos y ante la imposibilidad de obtenerlos de rubro fiscal, por la inestabilidad del país, se optó por una cómoda política económica: el endeudamiento. La deuda calculaba en abril de 1931 en 26 407 000 ascendió a 34 329 100, para entonces (1837) la deuda se acercaba a los 50 millones de pesos. Se trató de emitir títulos de tierras del norte al precio de $1.25 el acre (0.4 hectáreas). Es decir, para satisfacer las necesidades económicas del Estado, el Gobierno recurrió a préstamos que no se destinaron a la industrialización, programas sociales o a las comunicaciones, sino a mantener una burocracia y una clase militar numerosa y ansiosa de privilegios y riquezas. En 1867, la deuda interna y externa de México era de asustar, debido a la poca capacidad del gobierno para obtener ingresos. Aproximadamente el 95% de los ingresos aduanales, que constituían más de las cuatro quintas partes de las entradas del gobierno estaban hipotecados para el pago de la deuda. Generalmente los créditos que se obtenían eran en condiciones desventajosas para nuestro país ya que se recibía mucho menos de la cantidad pactada por los descuentos anticipados y los malos manejos de los funcionarios de la hacienda pública.

La mala situación económica del país se reflejó en una sociedad con miseria, insalubridad, ya que el tifo, la viruela y el cólera cobraban muchas vidas. Ignorancia y explotación en la mayor parte del pueblo, condiciones que perduraron en el México independiente. Se había logrado la independencia, existía alegría y esperanza en la población y satisfacción en la clase criolla; todos estaban contentos pero el poder de la Iglesia, el respeto absoluto de la propiedad privada sobre los intereses colectivos y las minas en manos privilegiadas auguraban una economía incierta sobre cimientos muy frágiles, de un entusiasmo se pasó a la situación de desastre. Los contrastes sociales heredados de la colonia difícilmente iban a desaparecer; se ha calculado que de 100 habitantes: 18 eran blancos, 22 mestizos y 60 indios.

Continúa la marcada desigualdad social, la cual se acentúa porque también se hereda del México novohispano la mala distribución de los mexicanos en el territorio. La población, constituida por 6 o 7 millones de personas estaba distribuida en forma muy desigual, en su 90% vivía dispersa en el campo. La ciudad de México tenía unos 200 mil habitantes, Puebla, Guanajuato, Guadalajara y Querétaro contaban aproximadamente con 50 mil cada una mientras que el norte estaba poco habitado. En el sur había fuertes núcleos indígenas.

A la distancia económica, étnica y cultural de la sociedad mexicana se agregaba la distancia geográfica, condición que dificultaba llevar a cabo algún proyecto económico político educativo; la carencia de una red de caminos mantuvo aisladas gran cantidad de comunidades.
Los cambios orientados a la sociedad y emanados del México independiente fueron:

  • Se suprimió la esclavitud.
  • Se desconocieron los títulos nobiliarios, buscando la igualdad entre los mexicanos.
  • Se estableció la igualdad jurídica para todos los integrantes de la sociedad. Todos los pobladores eran ciudadanos, iguales en derechos, al haber quedado abolida la esclavitud y las leyes que discriminaban a indios, negros, mestizos; sin embargo, en realidad las condiciones en que vivían estos, la gran mayoría de la población no había mejorado. Es más: los indios se vieron privados de la escasa protección que les habían proporcionado las leyes españolas.
  • Se decretó la expulsión de españoles de México.


Los criollos –españoles nacidos en México- se convirtieron en la clase dominante de la nación al heredar la riqueza y el poder de los peninsulares. Fueron la clase intelectual del país, los principales promotores del desarrollo incipiente de la nación y del sentimiento del nacionalismo erigiendo como símbolos patrios, la bandera, la virgen de Guadalupe y la guerra de independencia. Estuvo constituida por el clero, los terratenientes, grandes comerciantes, dirigentes del ejército y propietarios de minas. De todos, es el alto clero el que acumuló la mayor parte de riquezas en tierras, dinero, joyas, obras de arte, casas y otros adquiridos por vías de limosnas, donaciones, hipotecas vencidas, usura, bienes intestados y servicios religiosos. En seguida se ubican los militares, quienes absorbieron por décadas la mayor parte del escaso presupuesto nacional. Un general de división recibía 6 000 pesos anuales, uno de brigada 4 000, el capitán 1 500, un teniente 800, un sargento 360. Si se comparan con el sueldo de un gobernador, que era de 200 pesos, se puede dar uno cuenta del peso de los generales. Sus oficiales utilizaban el poder en sublevaciones y golpes de Estado por eso cada gobierno fincaba su pertenencia y hegemonía en alianza con los militares. Entre los soldados existía indisciplina, ya que no formaba parte de la milicia por convicción o nacionalismo sino por la leva; es decir eran reclutados por la fuerza.

La clase social dominada, integrada por la mayor parte del pueblo, y que fue despojada de sus propiedades, vivió de la venta de su fuerza de trabajo. Si a principios del siglo XX los pueblos indios disponían probablemente del 40% de las tierras cultivadas del país, hacía 1910 apenas conservaban el 5%. Gran parte del pueblo deambulaba por el campo a la espera de un trabajo temporal o para emigrar a las ciudades donde se multiplicaban los problemas sociales, o bien se dedicaban al saqueo y al asalto de los caminos.

No se tenía una clase media de manera formal, puede hacerse referencia a algunos sectores como empleados de gobierno, administradores de haciendas o prósperos comerciantes que no se compactaron en un verdadero grupo social para defender sus intereses o resistir los embates de los grupos privilegiados y ricos, de la élite de la sociedad.

Por otro lado, aun cuando el México independiente heredó de la colonia una población analfabeta, la educación fue uno o más de los rubros de poco desarrollo en la sociedad del siglo XIX; la clase dominante recibía la educación en sus propios hogares a través de mentores que por un salario enseñaban a los infantes los fundamentos de la ciencia, mientras tanto, los niños pobres asistían a la doctrina donde les enseñaban las primeras letras y el catecismo. La compañía lancasteriana fue de lo más relevante en el campo educativo, a partir de 1822 ofrecía una ventaja a corto plazo;  funcionaba con monitores coordinados por un solo profesor, se atendían hasta 500 niños, los alumnos más avanzados enseñaban a los niños menores lectura, escritura y cálculo elemental; como nació en Inglaterra se le tenía desconfianza por su fama protestante, al principio la Iglesia se opuso, pero después al no involucrarse con ella aceptó el método, el cual duró hasta 1890. Era efectiva y barata, una alternativa para que más mexicanos adquieran las primeras letras.

Los institutos literarios y científicos en carias entidades del país caracterizaron la educación del siglo XIX. La enseñanza impartida por el clero, la lancasteriana y estos Institutos fueron insuficientes ya que a la vista de extranjeros llegados a México –por ejemplo los litógrafos como el italiano Claudio Linatti, quien plasmó paisajes y costumbres autóctonas mexicanas durante las décadas de los veinte y los treinta del siglo XIX –la gran mayoría de los mexicanos estaban embrutecidos por la ignorancia y el alcohol.

En 1833 se intentó atender el aspecto educativo al crearse la Dirección General de Instrucción Pública por el vicepresidente Valentín Gómez Farías. Posteriormente en la Constitución Política de 1857 ponían los cimientos de la futura educación pública pero fue hasta el establecimiento de la República Restauradora cuando se declara obligatoria y gratuita la enseñanza primaria en un país más estable donde la corriente positivista ganó terreno en el aspecto educativo al predominio de la Iglesia Católica.

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