Durante la década de los ochenta del siglo XX vientos de
cambio y voces de libertad se manifestaron con gran fuerza sobre todo en el
ámbito de los países socialistas de Europa. Las naciones satélites de la Unión
de Repúblicas Soviéticas Socialistas empezaban a sacudirse el yugo que se les
impuso después de la Segunda Guerra Mundial. En la misma URSS y en el Este de
Europa se reconocía que el socialismo, el que realmente se aplicó en estas
entidades, estaba es una profunda crisis por el despotismo burocrático de sus
gobiernos y por la falta de libertades humanas en la mayoría de los ciudadanos.
La ideología marxista soviética se había agotado y las
fuerzas de cambio cobraron mayor fuerza en los países europeos sometidos a un
socialismo que no satisfacía las necesidades económicas, políticas y sociales
básicas. Se dijo que el socialismo real estaba fracasando porque no se repartió
equitativamente la riqueza, lo que se dio fue pobreza acentuada, represión,
ideologización y corrupción de sus gobernantes, la mayoría dictadores. Así
pues, estados como Polonia, Yugoslavia, Hungría, Bulgaria, Checoslovaquia,
Rumania y República Democrática Alemana, durante estos años, pasaron de la
resistencia clandestina a la acción política directa.
Uno de los acontecimientos más impactantes al final de la
década de los ochenta del siglo XX fue la caída del Muro de Berlín que dividía
a la Alemania capitalista y a la Alemania socialista como manifestación
palpable de la guerra fría entre Estados Unidos y la Unión Soviética. Sus
orígenes son notables.
En la Segunda Guerra Mundial los aliados determinaron
dividir a Alemania en zonas de ocupación para que el nazismo no resurgiera.
Berlín fue el punto neurálgico y en 1945, al finalizar la conflagración,
surgieron como naciones la República Federal Alemana y la República Democrática
Alemana. Pero el muro tardó varios años en aparecer.
En 1961 Berlín seguía siendo el epicentro de la guerra fría,
pero también era el escaparate del mundo libre, de la sociedad de bienestar y
consumo que soñaban muchos alemanes socialistas. En este año las tensiones y
los incidentes entre los alemanes del Este y Oeste se agudizaron a tal grado de
que soldados y policías tuvieron serios enfrentamientos. El éxodo masivo de
trabajadores, militares y ciudadanos de Berlín oriental era enorme y ascendió a
más de 2 700 000. Por lo tanto, la zona soviética alemana decidió tomas medidas
extremas para protegerse del imperialismo capitalista.
A mediados de agosto de 1961 soldados del ejército de Alemania
del Este empezaron a retirar las cercas del alambre y en su lugar colocaron
bloques de concreto. Se iniciaba así la construcción del muro de la vergüenza
que violaba el derecho de tránsito y traslado de los alemanes. El muro de
Berlín no respetó calles, casas, iglesias, escuelas y hospitales, a tal grado
que viviendas y edificios quedaron adosados al muro o formaron parte de él. Su
longitud era de 166 kilómetros y lo más terrible: la altura llegó a ser de más
de 4 metros y la zona prohibida se fijó de 200 a 300 metros del muro. A pesar
de ello más de 12 000 personas pudieron pasar de Berlín oriental a la República
Federal Alemana en el lapso de un año; aunque hubo casos dramáticos como el de
Peter Fechter que fue el primero en morir, en 1962, abatido por la policía de
la Alemania Democrática, falleció desangrado junto al muro.
El muro de la utopía socialista alemana no duró ni tres
décadas. El jueves de 9 de noviembre de 1989, 28 años y 3 meses después de su
construcción, el muro de Berlín empezó a deshacerse. Aquel día, a la caída de
la tarde, el gobierno de la República Democrática Alemana anunció a su
ciudadanía que era libre al fin de viajar a Occidente. La frontera estaba
abierta y miles de hombres y mujeres se acercaron sin demasiada convicción a la
muralla para comprobarlo. Tres semanas antes había renunciado a la jefatura del
Partido Socialista Unificado Alemán Erich Honecker y el nuevo gobierno de
Alemania oriental anunció el levantamiento de todas las restricciones de
tránsito hacia la Alemania Occidental. Las fronteras se abrirían a la
medianoche del día indicado.
Erich Honecker |
Nadie lo podía creer pero a las doce de la noche en punto
miles de ciudadanos berlineses de una y otra parte constataron la realidad: se
abandonaba el muro de Berlín y se iniciaba el fin de las utopías del siglo XX.
La gente se arremolinó llevando picos y martillos para golpear el muro y
llevarse parte de él como recuerdo. Las bocinas de los autos sonaron
frenéticamente y Berlín se emborrachó esa noche. Abrazos, lágrimas y risas se
fundieron inconteniblemente. Más de 200 000 alemanes han abandonado el Berlín
oriental y con ello se ha iniciado la reunificación de Alemania. Las
revoluciones del Este de Europa también han comenzado.
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