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El impresionismo, neoimpresionismo, postimpresionismo

El impresionismo

En el último tercio del siglo XIX surgió en Francia una nueva forma pictórica de representar los objetos de la realidad, cuya influencia fue determinante tanto sobre el arte oficial como el de vanguardia del momento. El impresionismo, cuyo nombre se adoptó a partir de un cuadro de Claude Monet titulado Impression, Soliel levant (Impresión, sol naciente) expuesto en París en 1874, resumía los sentimientos y convicciones de un numerosos grupo de jóvenes artistas que rechazaban la pintura de la Academia y descartaban los temas históricos, religiosos  y heroicos, con los que no se sentían identificados. Esta corriente produjo diversas reacciones; mientras para algunos resultó novedoso y excitante, otros lo consideraban profundamente ofensivo.

En sus orígenes, el Impresionismo tomó algunos elementos de otros estilos, teorías y técnicas, tales como: la pintura inglesa de Turner y Constable, la estampa japonesa, el arte de Watteau y de Claude Lorrain, el nacimiento de la fotografía, las teorías del olor y de la percepción del ojo y los descubrimientos en el campo de la óptica.

Esta corriente, que perduró hasta la década de los años ochenta del siglo XIX, se distinguió por su afán de captar la realidad en cambio continuó, tal como se ofrece a la mirada del espectador en un momento determinado. Los pintores impresionistas pretendieron trasladar al lienzo su impresión particular de los objetos reales por la atmósfera que los rodea. No se interesaban en pintar las cosas tal como son, sino como se perciben, en continuo movimiento; tampoco buscaban dibujar los cuerpos físicos, sino el efecto de la luz sobre los mismos. Es decir, no son las cosas el punto de interés del pintor sino su apariencia y la apariencia no ofrece  formas y colores en sí, sino transitorias masas de color creadas por la luz y sus reflejos.

Claude Monet


Las reglas principales de la pintura impresionista, según Claude Monet, son:

  • Pintar al aire libre, abandonando  el taller.
  • Captar el “momento que huye”, esto es, el efecto de la luz sobre los objetos en un instante preciso, dado que las cosas y los objetos en un instante preciso, dado que las cosas y los objetos no tienen color y una forma precisas, sino que todo varía según la luz del día y la hora, y según el reflejo que reciben de otros objetos cercanos.
  • Por consiguiente hay que pintar rápidamente, aunque el dibujo resulte pobre y se pierda la cohesión de los objetos.
  • Eliminar todo simbolismo o significación moral.
  • Estudiar atentamente la luz natural y las sobras coloreadas por los reflejos.
  • Evitar la luz demasiado brillante o demasiado opaca.
  • Usar los colores puros, aplicados con técnica rápida y nerviosa, con pinceladas yuxtapuestas.
  • Nunca mezclar los colores en la paleta, sino utilizar los dos colores que producen un tercer color.
  • Abolición del negro. Las sombras se pintan del color complementario al del objeto que produce dicha sombra.


Los principales exponentes impresionistas fueron Edouard Manet, Claude Monet, Pierre Auguste Renoir, Edgar Degas, Henri de Toulouse-Lautrec, Camile Pissarro. Con el paso del tiempo, el impresionismo se orientó hacia nuevas formas, como la del “puntillismo”, representado por Alfred Sisly y George Seurat, y tuvo sus últimas manifestaciones en las obras de tres reconocidos pintores: Vincent Van Gogh, Paul Cézanne y Paul Gauguin.

Edouard Manet se formó en la escuela realista, como se puede observar en su obra de la primera época, “Almuerzo Campestre”; sólo adoptó algunos rasgos impresionistas en los últimos años de su vida, después de conocer en España la obra de Velázquez y de Goya, que ejercieron sobre él una influencia decisiva. En esta época realizó “El fusilamiento de Maximiliano”, pintura inspirada en “Los fusilamientos del 3 de mayo” de Goya, entrando en una fase impresionista con los cuadros compuestos a base de masas de colores, como el “Bar de Follies-Bergere”.

Claude Monet estableció las bases técnicas del impresionismo; su obra se distingue por representar paisajes luminosos y figuras al aire libre, en las que realiza estudios de las variaciones de la luz en diferentes momentos del día y en distintas estaciones del año, para captar diferentes efectos cromáticos como en las series de cuadros “La estación San Lázaro” y “La Catedral de Rouen”. Monet fue el único pintor que siguió fielmente los principios del impresionismo hasta sus últimas obras.
Auguste Renoir se caracterizó por una pintura de gran vitalidad y variedad, así como por la captación del juego de luces y sombras provocado por los efectos de sol sobre los objetos. En su obra destacan los paisajes, las escenas de grupos y, de forma particular, se interesó por el desnudo femenino, realizado bajo la influencia de la pintura de Rubens. Entre algunas de las obras de Renoir están: “El columpio”, “Las bañistas” y “El Molino de la Galette”.

La estación San Lazaro

Edgar Degas es difícil de situar estilísticamente, pues aunque participó en las exposiciones de los impresionistas, su lenguaje pictórico no corresponde a los rasgos esenciales de este movimiento; por esta razón ha sido considerado por algunos críticos de arte como post-impresionista. Formado dentro del academicismo de Ingres, Degas se mantuvo siempre dentro de la representación figurativa. Abordó esencialmente temas de interiores, en los que mostraba la vida del espectáculo, así como grupos sociales, de la clase alta e incluso de la clase media, en actividades cotidianas. Entre las características distintivas de su obra se encuentran: el empleo de encuadres propios de la fotografía, el uso significativo de la diagonal, la preocupación por el dinamismo, el gusto por los colores al pastel y al lápiz y el empleo de colores cálidos y difuminados. Algunas de sus obras son “La clase de danza”, “La mujer de los crisantemos” y “Planchadoras”.

Planchadoras, Edgar Degas


A finales del siglo XIX, muchos pintores que habían incursionado en el impresionismo emprendieron nuevos caminos y proporcionaron formas distintas de representar la realidad. Algunas se inclinaron por otras temáticas diferentes del paisaje característico del impresionismo de Moner, o bien se orientaron  por caminos vanguardistas como es el caso de las obras de Cézanne y Guaguin, iniciadores del movimiento artístico denominado Postimpresionismo.

El Neoimpresionismo

El principal exponente del Neoimpresionismo fue el pintor francés George Seurat, quien abandonó los principios del impresionismo para buscar campos de aplicación de las teorías de color. Sus investigaciones sobre el uso del color se inspiraron en los resultados de investigaciones científicas realizadas por físicos como Chevreul  y Ogden Rood, creadores de nuevas teorías sobre la armonía de los colores, la fisiología del ojo humano y sobre la psicología de la percepción.

La reformulación racional hecha por Seurat sobre el impresionismo se basaba en la convicción de que, en la recomposición que efectúa la visión humana de la realidad, los colores son más intensos que los mezclados por el pintor en la paleta; por lo tanto, basándose en criterios rigurosamente científicos, comenzó a aplicar en el lienzo los colores primarios a base de pequeños puntos, yuxtaponiendo los colores complementarios (por ejemplo el naranja con el azul o el rojo con el verde) con el propósito de intensificar su efecto. Entre sus obras se destacan: “Tarde de domingo en la isla de Grand Jatte” y “El circo”.

El circo, Seurat

Seurat fue imitado muy pronto por otros pintores como Sisly, Signac y Pissarro; esta corriente fue definida por los historiadores del arte con los términos de “Neoimpresionismo”, “Divisionismo” o “Puntillismo”.

El Postimpresionismo

El término “Postimpresionismo” fue acuñado por Robert Fry para una exposición que tuvo lugar en la Galería Grafton de Londres en 1910, en la que se exponían sobre todo obras de Van Gogh, Gauguin y Cézanne. Si analizamos las obras de estos pintores, llegaremos a la conclusión de que tenían muy poco en común, pero su trabajo surgió como una reacción frente al objetivismo visual del impresionismo y del neoimpresionismo.

Los pintores más representativos del Postimpresionismo, cuya obra los convertiría   en precursores de algunas corrientes artísticas del siglo XX, son Paul Cézanne, Paul Gauguin y Vincent van Gogh.
Cézanne condujo la pintura a una estructuración geométrica y estática de la naturaleza y de las cosas, mediante el estudio de cómo los recursos de representación tridimensional pueden ser plasmados sobre la superficie plana de la tela. Al modular las tonalidades cromáticas obtuvo un efecto de profundidad y, al aplicar el color en masas compactas, creó imágenes tan libres que casi llegan a disolverse e un mosaico de colores. Además, a través de la bidimensionalidad pictórica que utilizó, sentó las bases para la aparición del cubismo. Entre sus obras están “Manzanas y naranjas”, “Los bañistas”, “Puente sobre el estanque” y “El florero azul”.

Manzanas y naranjas, Paul Cézanne


Pau Gauguin abandonó paulatinamente toda pretensión del naturalismo, y desarrolló un estilo bidimensional en el que es evidente la influencia de las tintas planas y los contornos muy marcados, característicos de la estampa japonesa y de los vitrales medievales. Al aproximarse Gauguin a un simbolismo casi abstracto, al parecer no intentaba plasmar experiencias visuales, sino traducir imágenes mentales, tendencia que daría lugar al movimiento Simbolista, en el que se enfrentan las fuerzas del bien y del mal. Gauguin encontró la más fuerte inspiración para su pintura en las islas del Pacífico, así como en los mitos y tradiciones de los indígenas de Tahití, lugar en donde vivió varios años de su vida. Destacan entre sus obras “Visión después del sermón”, “El Cristo amarillo”, “Muchachas tahitianas” y “Arearea”.

Vincent van Gogh inició sus trabajos como pintor en su natal Holanda. Al llegar a París en 1886, año de la última exposición impresionista, se produjo un cambio drástico en su estilo; abandonando la atmósfera lúgubre y las tonalidades oscuras de sus primeras obras, Van Gogh adoptó el colorido brillante de los impresionistas, para abordar más tarde el enfoque científico de los neoimpresionistas. No usaba el color con fines descriptivos, como los impresionistas, sino más bien con fines expresivos, comunicando toda una problemática psicológica, a base de colores brillantes y líneas ondulantes, características que lo convierten en precursor del Expresionismo. Destacan entre sus obras “Los girasoles”, “Mi cuarto en Arlés”, “La noche estrellada” y la serie de autorretratos

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