Poco más de diez años de lucha armada afectó
considerablemente la estructura general de la Nueva España. Algunas cosas
cambiaron y otras se mantuvieron inalterables. El mayor éxito de la insurgencia
fue la conquista de la libertad política de México a pesar de que España
inicialmente se negó a reconocerla y tuvo que hacerlo tres lustros después
cuando se desvanecieron casi por completo, sus sueños de reconquista.
En lo económico, las consecuencias de la guerra de la
independencia en el aparato reproductivo del país se pueden observar en el
siguiente panorama. La propiedad territorial cambió con el ascenso de los
criollos en la cúspide social. Las haciendas se fortalecieron en la etapa
independiente aunque la estructura agraria se modificó poco a pesar de las
demandas campesinas. El clero católico aumentó considerablemente sus
propiedades territoriales en contraste con la tendencia a destruir las
comunidades indígenas por medio de despojos, pago de impuestos y medidas
colonizadoras en diversas zonas del país. El latifundismo laico de criollos
mexicanos y el eclesiástico continuaban siendo una realidad evidente.
La agricultura, tan afectada por la pérdida de fuerza de
trabajo, la inseguridad y el costo del transporte también tardó en reponerse.
Las haciendas permanecieron en manos criollas. La producción de azúcar, café o henequén
para la exportación llevó a las grandes haciendas a invadir las tierras de los
pueblos, lo que fue causa de insurrecciones rurales.
La minería, que tanto atrajo la atención de los
conquistadores españoles, de 1810 a 1821 decayó notablemente por la destrucción
de las minas al calor de la lucha armada. Vivió una etapa de estancamiento y su
actividad resurgió paulatinamente motivada por la reducción de impuestos y el
ingreso de capitales europeos de Inglaterra, Francia y Alemania principalmente.
Decenas de las más importantes minas fueron explotadas para
financiar actividades bélicas; algunas fueron destruidas y la mayoría
abandonadas; la falta de cuidado provocó derrumbes, inundaciones y cierres
definitivos. La incipiente red de caminos y puentes sufrió también grandes
daños. La contienda arrastró a cientos de miles de trabajadores a abandonar sus
aldeas indígenas comunales, haciendas, minas y obrajes modificando sus hábitos
tradicionales.
El transporte era inseguro en los primeros años de vida
independiente. Hasta 1829 el abandono de los caminos era evidente por el
bandolerismo ocasionado por la miseria. El sueño de introducir el ferrocarril
en México tuvo que esperar varias décadas y mientras tanto muchos viajes en el
interior del país se continuaron realizando en burro, mula o caballo. Las
relaciones comerciales también se resintieron.
La anhelada libertad de comercio, se inauguró con la
independencia y permitió la llegada de comerciantes europeos y norteamericanos.
El comercio permaneció casi paralizado durante las primeras décadas, afectando
por el marasmo económico, las malas comunicaciones, la inseguridad, el alto
costo de la arriería y la falta de moneda flexible.
En suma, la ausencia de capitales propios, la pobreza del
erario, el surgimiento de la deuda pública, el contrabando y la penetración del
capitalismo extranjero constituyeron gran parte del rostro económico de México
después de la lograda la independencia.
En la esfera de lo social, la lucha emancipadora de México
también produjo algunas modificaciones. Se abolieron la esclavitud y los
títulos aristocráticos y se decretó la igualdad jurídica de los hombres. Sin
embargo, los gobiernos del periodo independiente poco hicieron por transformar
la sociedad en la que seguían existiendo grandes contrastes.
En la nueva era pronto se estableció la igualdad formal de
todos los individuos respecto de la ley, pero bajo esa cáscara jurídica
subsistió largo el tiempo la más brutal desigualdad real.
La nueva clase dominante poco se diferenciaba de la anterior,
salvo que en los peninsulares habían sido desplazados por el grupo criollo.
Durante el periodo de 1821-1850, la clase dominante va a estar constituida, por
un lado, por elementos del antiguo clero reaccionario, mineros, comerciantes y
sobre todo terratenientes y generales, hijos de criollos ricos que durante la
lucha armada fueron realistas; y por el otro, por letrados, abogados, generales
arribistas, rancheros arrieros y contrabandistas.
En contraste, la mayor parte de los trabajadores siguió
cruelmente explotada y prácticamente sin derechos. Esta era una imagen de
herencia colonial a pesar de la igualdad ciudadana y la liquidación del
servicio laboral obligatorio que evidentemente no eliminó la existencia de una
sociedad clasista.
El otro efecto de la independencia en la estructura social
fue la expulsión de españoles de México decretada entre 1827 y 1829. Estas
medidas ocasionaron una sangría económica al país ya que a los expulsados se
les permitió llevarse gran parte de sus riquezas. No obstante, su salida
favoreció la movilidad social de criollos y del clero católico.
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