Inglaterra, la cual era objeto de disputa entre los anglosajones y los daneses, fue conquistada en 1066 por los normandos, encabezados por Guillermo el Conquistador.
Esta dinastía duró hasta el año 1154, cuando Enrique Plantagenet, Conde Anjeo, biznieto por su madre de Guillermo el Conquistador, llegó a ser Rey de Inglaterra. Éste inició la lucha contra los Capetos.
Sus sucesores, Enrique II y Ricardo Corazón de León, gobernaron en forma fuerte, pero cuando a este último le sucedió Juan sin Tierra, los barones ingleses se resistieron a dejarse gobernar por este rey sin personalidad y le hicieron jurar la célebre Carta Magna el 24 de mayo de 1215.
Los principales puntos de la Carta Magna eran: el Rey no podía establecer impuesto alguno sin el consentimiento del Gran Consejo del Reino; ningún hombre libre podía ser detenido sino en virtud de sentencia según las leyes del país.
Enrique III sucedió a Juan sin Tierra. El Gran Consejo, que empezó a llamarse Parlamento, le impuso nuevas condiciones. Este parlamento se componía no sólo de los señores feudales, sino que también formaban parte de él los representantes del común. Estos últimos formaron la Cámara Alta de los Lores.
Después de la Guerra de los Cien Años, Inglaterra entró en un período de anarquía. La nobleza inglesa se dividió en dos bandos: la casa de Lancaster, que adornaba su escudo con una rosa roja, y la de York, que tenía como símbolo una rosa blanca. Esta guerra conocida con el nombre de Guerra de las Dos Rosas terminó por el enlace matrimonial de las dos familias: Enrique Tudor casó con una princesa de York.
La nueva dinastía gobernó absolutamente sin que el parlamento se le opusiera. Este rey logró unificar a los normandos y sajones, y el idioma inglés, mezcla de sajón y francés, se afirmó como la lengua nacional.
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