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Partes del sistema nervioso

El sistema nervioso se puede dividir en dos subdivisiones principales: el sistema nervioso central (SNC) y el sistema nervioso periférico (SNP), como se muestra en la siguiente imagen. El SNC está compuesto por el cerebro y la médula espinal; El PNS conecta el SNC con el resto del cuerpo. En esta sección, nos enfocamos en el sistema nervioso periférico; luego, observamos el cerebro y la médula espinal.

El sistema nervioso se divide en dos partes principales: (a) el sistema nervioso central y (b) el sistema nervioso periférico.

Sistema nervioso periférico

El sistema nervioso periférico está formado por gruesos haces de axones, llamados nervios, que llevan mensajes de ida y vuelta entre el SNC y los músculos, órganos y sentidos en la periferia del cuerpo (es decir, todo lo que está fuera del SNC). El PNS tiene dos subdivisiones principales: el sistema nervioso somático y el sistema nervioso autónomo.

El sistema nervioso somático está asociado con actividades tradicionalmente consideradas como conscientes o voluntarias. Está involucrado en la transmisión de información sensorial y motora hacia y desde el SNC; por lo tanto, consiste en neuronas motoras y neuronas sensoriales. Las neuronas motoras, que llevan instrucciones desde el SNC a los músculos, son fibras eferentes (eferente significa "alejarse de"). Las neuronas sensoriales, que llevan información sensorial al SNC, son fibras aferentes (aferente significa "moverse hacia"). Cada nervio es básicamente una supercarretera de dos vías, que contiene miles de axones, tanto eferentes como aferentes.

El sistema nervioso autónomo controla nuestros órganos internos y glándulas y generalmente se considera que está fuera del ámbito del control voluntario. Se puede subdividir en las divisiones simpática y parasimpática. El sistema nervioso simpático está involucrado en la preparación del cuerpo para actividades relacionadas con el estrés; El sistema nervioso parasimpático está asociado con el retorno del cuerpo a las operaciones rutinarias del día a día. Los dos sistemas tienen funciones complementarias, que funcionan en conjunto para mantener la homeostasis del cuerpo. La homeostasis es un estado de equilibrio, en el que las condiciones biológicas (como la temperatura corporal) se mantienen en niveles óptimos.

Las divisiones simpática y parasimpática del sistema nervioso autónomo tienen los efectos opuestos en varios sistemas.

El sistema nervioso simpático se activa cuando nos enfrentamos a situaciones estresantes o de alta excitación. La actividad de este sistema fue adaptativa para nuestros antepasados, aumentando sus posibilidades de supervivencia. Imagine, por ejemplo, que uno de nuestros primeros antepasados, cazando caza menor, perturba repentinamente a un oso grande con sus cachorros. En ese momento, su cuerpo sufre una serie de cambios, una función directa de activación simpática, preparándolo para enfrentar la amenaza. Sus pupilas se dilatan, su ritmo cardíaco y la presión arterial aumentan, su vejiga se relaja, su hígado libera glucosa y la adrenalina aumenta en su torrente sanguíneo. Esta constelación de cambios fisiológicos, conocida como la respuesta de lucha o huida, permite que el cuerpo acceda a las reservas de energía y aumente la capacidad sensorial para que pueda luchar contra una amenaza o huir a un lugar seguro.

Si bien está claro que tal respuesta sería crítica para la supervivencia de nuestros antepasados, que vivían en un mundo lleno de amenazas físicas reales, muchas de las situaciones de alta excitación que enfrentamos en el mundo moderno son de naturaleza más psicológica. Por ejemplo, piense en cómo se siente cuando tiene que ponerse de pie y hacer una presentación frente a una sala llena de personas, o justo antes de tomar una gran prueba. No estás en peligro físico real en esas situaciones y, sin embargo, has evolucionado para responder a cualquier amenaza percibida con la respuesta de lucha o huida. Este tipo de respuesta no es tan adaptativa en el mundo moderno; de hecho, sufrimos consecuencias negativas para la salud cuando nos enfrentamos constantemente a amenazas psicológicas que no podemos combatir ni huir. Investigaciones recientes sugieren que un aumento en la susceptibilidad a las enfermedades del corazón (Chandola, Brunner y Marmot, 2006) y la función deteriorada del sistema inmune (Glaser y Kiecolt-Glaser, 2005) se encuentran entre las muchas consecuencias negativas de la exposición persistente y repetida a estresante situaciones

Una vez que se ha resuelto la amenaza, el sistema nervioso parasimpático se hace cargo y devuelve las funciones corporales a un estado relajado. La frecuencia cardíaca y la presión arterial de nuestro cazador vuelven a la normalidad, sus pupilas se contraen, recupera el control de su vejiga y el hígado comienza a almacenar glucosa en forma de glucógeno para su uso futuro. Estos procesos están asociados con la activación del sistema nervioso parasimpático.

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