La época que va desde 1877 hasta 1911 se llama el Porfiriato
porque la figura de Porfirio Díaz la domina. Salvo el periodo de 1880 a 1884
que fue ocupado en la presidencia por Manuel González, la mayor parte
corresponde a una de las etapas de la historia mexicana que mayor cantidad de
polémicas desata por su carácter dictatorial.
Porfirio Díaz, de origen oaxaqueño, ha sido definido
acertadamente por los historiadores como caudillo en su juventud, estadista en
su madurez y dictador en su vejez. A pesar de que no sobresalió como
estudiante, en el terreno militar destacó como soldado luchando en el ejército
mexicano contra la intervención francesa y el imperio de Maximiliano impuesto a
México en 1864. Hasta este momento se le ve como un personaje de investidura
liberal, preocupado por la soberanía nacional y los problemas económicos,
políticos y sociales que agobian a México.
Manuel González |
En 1867, derrotado el imperio de Maximiliano, Benito Juárez
entró triunfante en la ciudad de México y Porfirio Díaz declaró que se retiraba
a la vida privada para dedicarse al trabajo del campo y de la hacienda. Sin
embargo, el gusanillo de la política lo había picado y medio año después se
encontraba participando por la silla presidencial contendiendo contra el
benemérito de la reforma, Benito Juárez.
Perdió las elecciones y se retiró a la hacienda de la Noria,
cerca de la ciudad de Oaxaca, donde tuvo tiempo para reflexionar sobre su
futuro político. Meses más tarde se le veía muy activo por las gubernaturas de
los estados de México y Morelos y por una diputación federal en la que
finalmente obtuvo el triunfo electoral. Con una educación deficiente y trunca,
Díaz hizo un pobre papel como diputado.
En 1871 se interesó nuevamente en la elección para la
presidencia del país y participó como candidato. Esta vez Benito Juárez fue
reelecto y Díaz lanzó, el 8 de noviembre del mismo año, el Plan de la Noria,
alegando como propósito de su levantamiento la defensa de la Constitución de
1857 y el principio de la no reelección del ejecutivo federal. La rebelión
armada fracasó y Porfirio Díaz emigró a Cuba y Estados Unidos, posteriormente
regresó a México amnistiado por el presidente Sebastián Lerdo de Tejada,
después de la muerte de Benito Juárez ocurrida el 18 de julio de 1872.
Desde la década de los setenta del decimonónico, Porfirio
Díaz, el caudillo militar, se presentaba como un político liberal de ideas
renovadoras a pesar de sus fracasos electorales. Alguien ha dicho que tardó
para llegar a la presidencia, pero que más tardó para salir de ella. En 1876 se
adelantó a la reelección de Sebastián Lerdo de Tejada y el 15 de enero de ese
año dio a conocer el Plan de Tuxtepec que pretendía legitimar el golpe militar
contra Lerdo de Tejada.
Porfirio Díaz |
La revuelta cobró fuerza y Porfirio Díaz también arremetió
contra el ministro de Justicia José María Iglesias. El 16 de noviembre de 1876
Sebastián Lerdo de Tejada abandonó la capital del país y se embarcó en Acapulco
para dirigirse a los Estados Unidos. Igual suerte tuvieron varios de sus
colaboradores.
Esta vez la buena forma sonrió a Porfirio Díaz y después de
10 años de lucha política finalmente logró escalar el poder presidencial.
Recibía el cargo cundo las condiciones eran muy difíciles en México y ante un
vigoroso capitalismo internacional que tocaba fuerte las puertas del país para
introducir las inversiones extranjeras.
Ocupó el cargo de presidente de México del 5 de mayo de 1877
al 22 de mayo de 1911, salvo los cuatro años en los que permitió la presidencia
al general Manuel González. Resulta irónico que Díaz, quien había luchado
contra la reelección en los planes de la Noria y Tuxtepec, se mantuviera más de
tres décadas en el poder ejecutivo.
Es evidente que la dictadura porfirista no nació el primer
día de gobierno, se fue perfilando y consolidando con el tiempo y con la larga
permanencia en el poder. Sus primeros gobiernos tuvieron un barniz de
legitimidad, pero las continuas reelecciones a partir de 1888 lo fueron
moldeando como dictador hasta que los vientos revolucionarios lo derrocaron.
En lo político Porfirio Díaz instauró un centralismo
presidencial en el que el poder ejecutivo se tornó absoluto y dominó sobre los
poderes legislativo y judicial. Estableció una dictadura constitucional como si
quisiera darle baños de pureza a la carta magna del país, en realidad dictadura
y caciquismo constituyeron la entraña verdadera del régimen porfirista. En los
estados de la República se impusieron gobernadores fieles al presidente, de
manera que la federación despareció de hecho.
Liberalismo y democracia fueron
el disfraz de la dictadura.
Las expresiones de poca
política y mucha administración, ese gallo quiere maíz, pan o palo, perro que
lleva hueso en el hocino ni ladra ni muerde y mátalos en caliente fueron una constante en el régimen
porfirista mexicano. Díaz sofocó toda rebelión desde sus principios y concilió
con algunos opositores a su gobierno incorporándolos en puestos públicos. Para
reprimir a sus enemigos se rodeó de un ejército costoso y abundante, de la
policía federal y de los cuerpos rurales.
Finalmente, habrá que decir, en este contexto general, que
protegió a la clase dominante, principalmente a terratenientes e inversionistas
extranjeros, consintió al grupo de los científicos y mimó al ejército. Con los
sectores conservadores y la Iglesia católica sostuvo una política de
conciliación. La otra cara de la moneda fue la miseria de los campesinos y la
servidumbre de los peones en las haciendas porfiristas.
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