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La dictadura de Santa Anna


La proclamación en Ayutla fue un acontecimiento de esperarse por las condiciones del país. Los antecedentes más directos y próximos se presentan en el último periodo presidencial de Antonio López de Santa Anna, la onceava ocasión que llegaba al poder.

Había sido invitado por los conservadores que con él aseguraban sus intereses. Se encontraba en Turbaco, Colombia, tratando de digerir el fracaso de México ante el conflicto con los Estados Unidos cinco años antes. Aceptó, expresando que se sacrificaría por la patria, prometiendo defenderla y conservar la religión católica como único lazo de unión entre los mexicanos. Llegó a México el 20 de abril de 1853, agregando que defendería la independencia, la integridad del territorio nacional y que haría todo por el bien y la prosperidad del país. Buenos propósitos ante un ambiente hostil. El mandatario realizó una serie de decretos que más que nada fueron gotas que derramaron el vaso de agua entre una población muy inconforme:

  • Suprime la libertad de imprenta y expresión, pretexto para desterrar o reprimir a los liberales. Fue muy común en este momento el lema o encierro o destierro o entierro. A la oposición le aplicó la ley de conspiradores que implicaba pena de muerte. Para mayor vigilancia cancela el libre tránsito por el territorio; quienes tenían necesidad de cambiar residencia o trasladarse a otro lugar requerían de hacer un trámite semejante al pasaporte.
  • Se hizo necesario un buen aparato militar por lo que dispuso aumentar el ejército y mejorar el equipo armamentista; además tramitó la llegada a nuestro país de regimientos suizos.
  • Apara beneplácito del clero restableció la Compañía de Jesús orden religiosa de los jesuitas, derogó la ley de la supresión de la coacción civil en el cumplimiento de los votos monásticos, autorizó las actividades en los conventos y reapareció la Orden de Guadalupe (guardias de lujo del gobernante, creada por Agustín de Iturbide en su imperio).
  • Con la finalidad de satisfacer los aires aristocráticos aún latentes, se restablecen títulos nobiliarios y privilegios: convirtió la sede presidencial en una ostentosa corte, uniformó y utilizó distintivos para los funcionarios públicos. Él mismo dispuso que su tratamiento sería el de Alteza Serenísima con título de Capitán General; sus consejeros honorarios: los obispos y arzobispos.
  • Para afianzar el régimen dictatorial, el 16 de diciembre de 1853, Antonio López de Santa Anna expidió un decreto prolongando las facultades extraordinarias del presidente por todo el tiempo que fuera necesario, agregando que en caso de fallecer o de imposibilidad física o moral, escogería sucesor, escribiendo el nombre en un sobre sellado que depositaría en el Ministro de Relaciones.
  • Ante los gastos excesivos del régimen, son lógicas las disposiciones fiscales de aumentar y crear impuestos, inclusive por poseer animales domésticos o abrir puertas o ventanas adicionales, pues los créditos del exterior eran casi imposibles debido a las malas relaciones internacionales del país originadas en parte por la guerra contra Estados Unidos.
  • Por otro lado el país fue mutilado nuevamente, el territorio de la Mesilla de aproximadamente 75 mil km² fue reclamado por los Estados Unidos y ante la presión, México entró en negociaciones. Mediante 10 millones pactados (siete al ratificarse y el 3 al marcarse los límites, aunque sólo se cumplió la primera cantidad), cedió el espacio mexicano situado en los confines de Chihuahua y Sonora. En Norteamérica a este hecho se le conoce como la compra de Gadsden.
  • A todo esto se agregan las condiciones de pobreza de la población, se calcula que entre 5 o más de los ocho millones de habitantes en el país vivían en condiciones de miseria, paupérrimamente vestidos, en chozas mal construidas, ignorantes  y embrutecidos por la explotación y el alcohol; privaba la inseguridad, por ejemplo las comunidades del norte se defendían de las tribus salvajes, sin que el ejército hiciera algo para librarlos del peligro; el pueblo era víctima de explotación por parte de sus patrones, la jornada diaria era de 14 a 16 horas, con 15 minutos (dos veces al día) de tolerancia para que los obreros ingirieran un raquítico alimento (tortillas, chila, atole, frijoles), el salario era de 2 a 3 reales diarios (25 a 37.2 centavos) controlado rigurosamente por la tienda de raya que suministraba los bienes de uso y consumo a precios elevados, aproximadamente tres o cuatro quintas partes del territorio se encontraban sin cultivarse. Momentos propicios para los liberales quienes se encontraban   disconformes y con mayores deseos de terminar con sus enemigos conservadores.


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