Como efecto de la inquietud científica despertada por la
Ilustración, al comenzar el siglo XIX se desarrolló en algunos países europeos
el interés por la arqueología, que condujo a importantes descubrimientos de
objetos artísticos de la Antigüedad clásica en Italia y Grecia. El orden
racional de las formas grecorromanas se ajustaba singularmente a las ideas de
la Ilustración, por lo que fueron adoptadas como modelo para el surgimiento de
un nuevo estilo artístico. De esta manera y en el contexto del Imperio
napoleónico, nació el Neoclasicismo, término que precisamente significaba
retomar las características del arte clásico.
Aunque el Neoclásico tuvo un carácter universal, cada país
le imprimió un toque particular. En Francia, país donde el racionalismo
imperaba hasta en el trazo geométrico de los jardines, este movimiento estético
tuvo gran aceptación y fue adoptado por los gobiernos de la Revolución
francesa, que pretendían enaltecer el espíritu de la libertad y constituir un
nuevo orden político fundamentado en los cánones de la Ilustración.
Napoleón Bonaparte, quien llegó al poder de Francia tras
varios años de revolución, sentía una gran admiración por las grandes
civilizaciones de la Antigüedad, por lo que promovió expediciones arqueológicas
para conocerlas y después mandó construir en su país un gran número de
edificios y monumentos que buscaban imitar las obras del arte antiguo, ya que
fueran egipcias, griegas o romanas.
Los arquitectos Carlos Percier y Pedro Fontaine fueron los
autores de la llamada “arquitectura imperio”, caracterizada por su finura
decorativa que adaptaba al gusto francés los elementos de construcciones
encontradas en Pompeya y Egipto. El arquitecto Pedro Alejandro Vignon, en ese
afán clasicista, edificó el templo corintio de la “Iglesia de Magdalena” en
París. Chalgrin y Raymond erigieron en esa misma ciudad el “Arco del Triunfo de
la Estrella”, el cual completa el paisaje urbano junto con el “Arco del Triunfo
del Carrusel”, obra de Percier y Fontaine. Además, en el centro de la “Plaza
Vendôme”, en Paris, se levantó en honor de Napoleón una columna trajana del
foro romano.
En cuanto a la escultura neoclásica en Francia, los artistas
se inspiraron más en los modelos griegos que en los romanos y les interesó la
belleza de la forma antes que lo expresivo. El escultor más importante fue Juan
Antonio Houdon, en cuyas obras se denota todavía un cierto espíritu rococó, como
es el caso de la famosa “Diana Cazadora”, su obra más acorde con esa tendencia
un tanto manierista. Sin embargo, podemos afirmar que entre las mejores obras
de este escultor se encuentran sus magníficos retratos de penetración
psicológica, como los dedicados a “Molière” y “Voltaire”. Durante la época napoleónica
sobresalieron otros grandes escultores
como Chinard, quien realizó el retrato de “Madame Recamier”, y Pradier, autor de
las “Victorias del Sepulcro de Napoleón”.
El escultor italiano Antonio Cánova trabajó para Napoleón en
la ciudad de París, donde realizó el famoso retrato de “Paulina Bonaparte”, en
un bello semidesnudo al estilo de una diosa griega. Podemos observar también
ese sentido helénico y mitológico en obras como “Venus” y el “Amor y Psiquis”.
Asimismo, Cánova encumbró a Napoleón como héroe mítico en su “Emperador
Bonaparte”, obra que hoy se conserva en la Pinacoteca en Brera de Milán, en
Italia.
En la pintura neoclásica, la temática fue la historia y la mitología;
los pintores se inclinaron, además de temas por emotivos, por contenido con
fondo moralizador. En esta misma línea, el más reconocido fue Santiago Luis
David, representante e impulsor de la pintura neoclásica francesa; en su
pintura predominan la línea y el volumen sobre el color y el cuadro se concibe
como un bajorrelieve pintado; los tonos fríos, casi carentes de modulación
cromática, subrayan el efecto escultórico. Entre sus obras podemos citar al “Juramento
de los Horacios”, “Madame Récamier”, “La coronación de Napoleón”.
El continuador de Luis David fue el pintor Juan Augusto
Domingo Ingres, que en Italia estudió la obra de Rafael, cuya influencia se
manifiesta en el primer periodo de Ingres por el cuidadoso Trazo en el dibujo,
como se observa en el cuadro titulado “El Voto de Luis XIII”; pero donde Ingres
alcanzó mayor dominio de la técnica y la composición clasicista fue en los
desnudos “El baño turco” y “la odalisca”.
Al estudiar la pintura neoclásica no se puede dejar de mencionar
al pintor español Francisco de Goya y
Lucientes, pues no obstante que algunos críticos sitúan su estilo dentro del
Romanticismo, cronológicamente su obra inicial se ubica en el período
neoclásico. Formado dentro del lenguaje barroco derivado de Luca Giordano e
influido por los Bayeu, su punto de partida lo constituyen los trabajos que
ejecutó para la Real fábrica de tapices de Santa Bárbara, para la que realizó
cuarenta y tres cartones o diseños, entre 1776 y 1791. Estas obras corresponden
a la fase de Rococó de Goya, etapa en la que se desempeñó como académico y
pintor de la corte de Carlos IV de España. En 1792, a causa de una grave
enfermedad, quedó sordo, circunstancia que influyó radicalmente sobre su estilo
pictórico, inclinándose por los temas oníricos y fantásticos, y haciendo
severas críticas a la sociedad y la realidad política de su tiempo; magnífico
testimonio de esto es la serie de grabados conocidos como “Los Caprichos”,
censurados por la Inquisición.
La invasión francesa a España en 1808 afectó profundamente
la sensibilidad de Goya, quién inmortalizó los actos de heroísmo y desesperación
del pueblo español en sus obras “La carga de los mamelucos”, “Los fusilamientos
del 3 de mayo” y “Los desastres de la guerra”, representados con una fuerza
expresiva lograda mediante una pincelada suelta y vigorosa y un color
contrastante de negros y grises, cálidos e intensos. En la última etapa de su
vida, Goya realizó las pinturas negras con las que decoró la Quinta del Sordo,
y que hoy se encuentran en el Museo del Prado. Se trata de una sucesión de
escenas de visiones fantásticas en las que denominan los temas de brujería.
La obra de Goya fue de gran impacto para la pintura moderna
y podemos encontrar su huella en carios estilos posteriores a su tiempo. Por su
crítica aguda y el naturalismo enérgico que imprimió su obra, puede situarse dentro
del realismo. Por la realización suelta del trazo, la división de la pincelada
y la yuxtaposición y contraste de colores, se ha considerado precursor del impresionismo.
Las corrientes expresionista y surrealista, con su deformación de la realidad y
sus visiones fantásticas, también denotan influencia de la obra de Goya.
La carga de los mamelucos |
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