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El arte del renacimiento


Los albores del Renacimiento en Italia

Italia había penetrado de manera tardía en el estilo gótico, ya sea porque éste se presentó desde su origen con las características de la expresión artística francesa, o bien por la supervivencia de la cultura romana y la tradición bizantina en la Península itálica. La herencia clásica grecorromana fue recuperándose en la medida en que la vida de las ciudades se iba desarrollando. Los modelos y el gobierno que Roma había impuesto siglos atrás, fueron más afines a este nuevo espíritu que el rígido sistema del mundo feudal de los siglos anteriores.

Durante la Edad Media, la Iglesia había basado su autoridad en un sistema estrechamente ligado con la idea de la vida ultraterrena; esta idea, que se vivía con absoluta fe, desvalorizaba la vida en este mundo y, sobre todo, la existencia individual. El individuo sólo cobraría sentido en una vida que se daría después de la muerte y en el seno de Dios. Sin embargo, tal sentido “ultraterreno” era cada vez más lejano al nuevo sentimiento del hombre de las ciudades. Este individuo rescataba el papel de la vida terrena y comenzó por exigir tanto sus derechos como su sitio en el mundo. Su entorno se hizo paulatinamente más vital, y el intenso comercio que se desarrollaba en las ciudades generó un sentido diferente del mundo. Mientras que la sociedad feudal vivía en un mundo plano y sin movimiento, en donde la realidad física y material era tan solo reflejo del mundo perfecto de Dios, la nueva sociedad que se creaba a partir de la ciudad sentía el mundo como un organismo vivo en constante transformación.

El poder mismo ya no era algo que se heredaba sin que nada cambiara, sino que se detentaba al adquirir dinero. Al convertirse en un hombre adinerado, el burgués comerciante o artesano podía aspirar al gobierno mismo de la ciudad. Esta concepción generó terribles luchas, incluso entre hermanos y, aunque por distintos medios se buscaba la solución política adecuada, en ocasiones las ciudades debieron pasar de seño en señor. Modificado el viejo determinismo social, ninguna clase sintió su papel como fijo y estático. Los gremios promovieron grandes revueltas en busca de mejoras económicas y sociales y tuvieron que encontrar a su vez nuevas soluciones comerciales y políticas.
Al cambiar el sentido jerárquico feudal de la sociedad irían surgiendo grandes transformaciones en el pensamiento. De una realidad pensaba como fiel reflejo de las ideas divinas, el hombre, así como la institución llamada iglesia, sentía cada vez más la necesidad de experimentar con el mundo. La observación directa de la realidad creó los cimientos de la ciencia moderna, al tiempo que afectaba la autoridad medieval en favor de una autoridad impuesta por los hechos. El interés por la realidad material y tangible, tan afín al nuevo espíritu burgués, se abrió paso poco a poco en el mundo de la ciencia, del arte, del pensamiento filosófico.

En la Iglesia misma pronto se vio esta transformación. A principios del siglo XIII, San Francisco de Asís creó un movimiento que influiría en toda la Iglesia, pues proclamó el amor al mundo e hizo de la naturaleza un don divino. Afirmó que Dios se alegraba de todas sus criaturas y mando amarlas y amarlo a través de ellas.

San Francisco de Asís


Aunque antes del humanismo de San Francisco habían surgido otros movimientos en el seno de la Iglesia, ninguno significó lo que el franciscanismo. La Iglesia lo advirtió rápidamente y adoptó las tesis franciscanas, a la vez que restringió con esto su influencia: al volverlo oficial, controló su repercusión.

La personalidad de San Francisco se presente en las pinturas realizadas por Giotto di Bondone en la “Iglesia Superior de San Francisco”, en Asís. En estos frescos de Giotto inició en la pintura un sentido del espacio plástico que perduraría hasta principios de nuestro siglo. El cuerpo humano empezó a modelarse en tres dimensiones, o sea, se le consideraba como una realidad material con un valor en sí mismo. Al mismo tiempo, Giotto ubicó el cuerpo en relación con los otros cuerpos por medio de la perspectiva lineal; es decir, una multitud de líneas que convergen en un punto focal. Las figuras se presentaron en un medio natural, por ejemplo, cerca de montañas, rocas o ríos. Las poblaciones en que vivían esas figuras se volvieron reconocibles; ya no se trataba de la ciudad de Dios sino de lugares físicos, concretos y materiales. Creó además diversos tipos humanos alejados de los santos y demonios tradicionales de la Edad Media, que aún permanecían en el resto de Europa. Prosiguió con el mensaje franciscano desarrollando en la pintura el sentido de la naturaleza y del hombre como un bien divino. Dios y los santos se encontraban entre los hombres y el reino de los cielos se volvía accesible al hombre en la vida. El ámbito donde el hombre se desarrolla, y que podemos llamar espacio, se tornaba real; tenía un espesor y una dimensión y el individuo interactuó con el mundo en forma de experimentación.

En escultura, un poco antes de Giotto, los Pisano, ya mencionados en el capítulo anterior, buscaron la solución artística a planteamientos similares: el volumen de la escultura y el trabajo de las figuras como cuerpos con materialidad tenían una larga tradición en Italia. A esta tradición (por ejemplo la columna de Trajano) recurrieron los escultores en busca de un lenguaje formal que presentara de una manera más adecuada los ideales estéticos.

En la literatura, las ideas humanistas también dominan en el trabajo de Dante que, si bien transcribió los valores medievales, anunció el realismo de los siglos siguientes. Lo mismo que Petrarca, y más tarde Bocaccio, Dante reconsideró la lección de los griegos y latinos y trató de seguir su ejemplo. Sin embargo, los italianos fueron originales por cuanto concibieron al mundo como el sitio donde se desarrollaba el drama humano, desmitificando la vida ultraterrena y el poder de la Iglesia como portadora de la palabra de Dios. Aun cuando la peste llamada “la muerte negra”, que asoló a toda Europa, se mostraba como un castigo divino, el sentido de pecado fue ya un asunto humano, del hombre contra el hombre mismo y el abuso del poder de unos cuantos en contra de los demás. Es entonces cuando se hace presente la palabra de San Francisco, que identificó la riqueza y el poder con el mal mientras que la santidad se conseguía a través de una relación de amor con Dios y con el mundo por Él creado.

Los aspectos que hasta ahora hemos planteado constituyen la esencia del periodo conocido como Protorrenacimiento, y a la vez son las bases del renacimiento italiano de los siglos XIV y XV.

Terminología y períodos

En un principio, los tratadistas de arte llamaban Renacimiento a la época artística que se desarrolló en Europa entre el final de la Edad Media y comienzos del siglo XIX, pero con el paso del tiempo el concepto de Renacimiento fue restringiéndose y el término acabó por designar sólo al arte italiano de los siglos XV y las primeras décadas del XVI y sus versiones en el resto de Europa.

La palabra deriva de la expresión italiana rinàscita, usada por Petrarca y Bocaccio y elaborada conceptualmente por Giorgio Vasari, que significa renacer o volver a la vida después de haber permanecido en la oscuridad durante la Edad Media. Este renacer es también unas vuelta a la tradición clásica grecorromana que se había perdido como consecuencia de las invasiones bárbaras.

El Renacimiento es un fenómeno fundamentalmente italiano, nacido en Florencia, que se extendió paulatinamente a toda Europa, e incluso a América. De ahí que la cronología no sea coincidente, pues cuando los demás países, de manera gradual y tardíamente se incorporan al movimiento, en Italia éste ya casi se había terminado hacia la segunda mitad del siglo XV. Aunque cada país tradujo los principios renacentistas a su carácter y particularidades, su esencia no se transformó. Únicamente en Flandes, paralelamente el Renacimiento italiano del Quattrocento y Cinquecento, se desarrolló un estilo con matices diferentes.

Cuando se habla del Renacimiento se mencionan los términos Quattrocento y Cinquecento. El primero se refiere a las manifestaciones artísticas italianas del siglo XV y el segundo término hace alusión al arte del siglo XVI, e incluye al periodo conocido como Manierismo. También se habla con frecuencia de una primera maniera, o primera generación, que se manifiesta durante la primera mitad del siglo XV, de una segunda, hasta finales del siglo, y de clasicismo o terza maniera, del breve periodo comprendido entre 1505 y 1530, para posteriormente referirse al estilo Manierista.

Arte del Renacimiento

El Renacimiento del siglo XV no sería posible sin el auge de una ciudad de la Toscana que se vio convertida en el centro de este nuevo mundo: Florencia. Para la construcción de su catedral, así como para la edificación de los palacios, arquitectos y escultores tuvieron que buscar nuevas soluciones formales y estructurales. El estilo gótico era esencialmente religioso y la nueva ciudad requería de un sentido mucho más mundano y social. En Italia, los vestigios de la ciudad romana eran por doquier una escuela de arquitectura y escultura que los artistas tenían a la mano.

Para la construcción de la cúpula de la catedral florentina de “Santa María de las Flores”, el arquitecto Filippo Brunelleschi estudió el Panteón romano. En las puertas del “baptisterio de Florencia”, el escultor Lorenzo Ghiberti creó una composición que se acercaba más a la tradición grecolatina que a la gótica, aun cuando los temas tratados fueran de índole religioso. Por su parte, los pintores que decoraron los muros buscaron soluciones más acordes con el espíritu geométrico de la arquitectura, así como el espíritu realista naturalista de Florencia.

Baptisterio de Florencia

Por todos lados, nuevos planteamientos generaban nuevas soluciones. El sentido que se vivía respecto a la sensación del tiempo y el espacio humanos, requería de grandes experimentadores. Algunos estudiaron el espacio a través del arte, otros, de la ciencia, sobre todo de la física y las matemáticas.
Se creó la escuela neoplatónica, donde se estudió a los grandes pensadores griegos y en especial a Platón. El hombre era nuevamente el centro del universo y la mirada se posaba en él y de él pasaba a la naturaleza. A este movimiento conocido como humanismo, se sumaba otro que de hecho acabaría desprendiéndose de su raíz filosófica. Con base en la teoría de que los hechos no dependían ya de ninguna voluntad divina y que, por lo tanto, el hombre podía estudiarlos a partir de la observación y la experimentación, se iniciaba un movimiento cientificista.

En el Renacimiento, la actividad creativa de los artistas no hubiera sido posible sin la intervención de los Mecenas. Siempre había existido un patronazgo o apoyo económico para que los trabajos artísticos fueran posibles, pero durante esta etapa la relación mecenas-artista-obra se produce en otros niveles; no se trata sólo de financiar empresas artísticas destinadas a una función pública, religiosa o política, donde el patrón puede aparecer mencionado como “donante”, sino que financia algo para la propia exaltación, prestigio y gloria personal o familiar. El patrón deja de ser u simple patrocinador para pasar a ser acto de la historia. EL mecenas y su familia aparecen en la representación pictórica o escultórica como actores participes en la obra, aunque sea de temática religiosa, como en el “Cortejo de los Reyes Magos” pintada al fresco en la “capilla del Palacio Medici-Riccardi” de Florencia por Benozzo Gozzoli, en donde aparecen los señores de la familia Medici.

Es importante resaltar que ahora el artista es considerado un artista universal que debía abarcarlo todo; quien resumió mejor este concepto fue quizá Leonardo de Vinci, porque exploró el mundo tanto a través del arte como de la ciencia; fue pintor, escultor, arquitecto y grabador, pero también realizó profundos estudios de botánica, mecánica, anatomía, astronomía y otros campos de la ciencia. El individuo genial cobró una enorme importancia y así nació una especie de culto a la personalidad y a la fama.

Arquitectura

En las dos etapas del Renacimiento italiano, Quattrocento y Cinquecento, la arquitectura adapta al templo o al palacio distintos elementos romanos tomados aisladamente, sustituyendo a elementos góticos como pilares y bóvedas, o creando unos nuevos al variare la disposición general del edificio incluyendo cúpulas, frontones o entablamentos. Analizando detenidamente una construcción, podemos observar que los cambios fundamentales se operan en la planta de las iglesias, que deja de ser cruciforme para adaptarse a un núcleo central según un principio humano de belleza, que se antepone a las necesidades y tradiciones del culto divino.

Los edificios románicos y góticos eran fruto de un trabajo colectivo, en el que grupos de anónimos artífices expresaban sentimientos de grupo. “Santa María de las Flores”, en Florencia, es obra de Filippo Brunelleschi, un artista renacentista que fue, ante todo, el primer arquitecto en el sentido moderno del término. Concibió la arquitectura como expresión personal y elaboró unas teorías científicas sobre la perspectiva, entendida como visión geométrica del espacio, aplicando los principios que él llamaba “pirámide visual” y “cubo espacial” en sus obras como el “Hospital de los Inocentes”, la “Iglesia de san Lorenzo” y la “Capilla Pazzi”, todas en la ciudad de Florencia.

Otro artista digno de mencionarse es León Batista Alberti, que no sólo sobresale como arquitecto, sino también como tratadista y artista universal, que deja por escrito para la posteridad sus teorías sobre arquitectura y pintura, y sus ideas sobre la belleza y la armonía. Es autor de tres importantes obras: el “Templo Malatestiano” en Rímini, la “Iglesia de San Andrés” en Mantúa y la Iglesia de Santa María Novella” en Florencia.

A continuación resumimos las características más representativas de la arquitectura renacentisa:

Características generales

·         Empleo de narcos de medio punto, de bóvedas de cañón y de arista y de cúpulas hemisféricas.
·         Utilización de columnas con capiteles dórico, jónico y corintio.
·         Uso de entablamentos clásicos y de cornisas.
·         Frontones triangulares o curvos en exteriores
·         Medallones, guirnaldas y grotescos como motivos decorativos.
·         Iglesia de planta de cruz latina, rectangular al exterior.
·         Iglesia de planta central con cúpula en el Cinquecento.

Las iglesias

·         Iglesias con crucero con ensanchamiento de nave central a costa de las laterales.
·         Cúpula sobre el crucero.
·         Contrafuertes que no se marcan en el exterior.
·         Capillas entre contrafuertes, comunicadas entre sí.
·         Tribunas sobre las capillas.
·         Portada con frontón en el cuero alto, flanqueado por mensulones.
·         Columna o balaustre, en lugar de pilar gótico.
·         Pilastras adosadas a columnas.
·         Capiteles corintios bajo entablamento corrido.
·         Cubiertas de madera con casetones.

Palacios

·         Aparejo rústico o almohadillado en exteriores.
·         Grandes cornisas que separan los distintos niveles.
·         Dovelas muy marcadas en los arcos.
·         Estructura de arcos con medallones en enjutas.
·         Cornisas clásicas a modo de alero.
·         Paramentos lisos y ventanas enmarcadas por arcos y columnas, en el Cinquecento.

A principios del siglo XVI se empezó a construir la nueva “Basílica de San Pedro” en Roma, que para el siglo XVI era de nuevo el centro político, cultural y religioso al regresar los Papas de su exilio en Aviñón. Con el exilio de los Medici de Florencia, muchos artistas llegaron a Roma; en un lapso de pocos años allí estuvieron Leonardo de Vinci, Miguel Ángel, Rafael y Bramante.
En la obra de la “Basílica de San Pedro” participaron bajo las órdenes de distintos pontificados los más importantes arquitectos del Cinquecento, como Bramante, Rafael, Antonio de Sangallo, Miguel Ángel, Carlos Maderno y Giovanni Lorenzo Bernini. El proyecto original de Bramante proponía una iglesia de planta de cruz griega con cúpula central, pero la construcción definitiva es de planta de cruz latina con cúpula apuntada.

Escultura

La escultura sigue el mismo camino que la arquitectura; imita los temas y modelos romanos, vuelve al mármol y al bronce y utiliza el desnudo, o bien viste las figuras con toga romana o ciñe las sienes con una corona de laurel. Mientras que en el románico y el gótico la escultura tenía carácter evocativo, alternando las figuras humanas con los motivos decorativos, en el Renacimiento la figura humana adquiere valor por sí misma. Es Donatello quien descubre la relación existente entre la expresión escultórea y la naturaleza. Se comienza a observar la realidad con el método de los antiguos, y el artista se va acercando cada vez más a la figura humana para descifrar su más profundo significado. Otros escultores no menos importantes      que Donatello son Andrés Verrochio, Luca della Robbia y, por supuesto, Miguel Ángel.

Pintura

La pintura del Renacimiento constituye la manifestación artística más multiforme de la época. Mientras que la pintura mural y de tabla encuentran en el terreno profano un extenso campo para nuevas empresas, la pintura de libros pierde progresivamente su importancia. Su función de ilustrar 
libros es asumida ahora por el grabado.

Durante esta etapa se vuelven a pintar toda la serie de imágenes religiosas con los nuevos medios de representación de la tradición iniciada por Giotto, pero a la vez se desarrollan otros temas como lo mitológico y lo histórico. Las ideas humanistas prepararon el camino a un nuevo género pictórico: el retrato, sin olvidar la importancia de la naturaleza.

Los centros de producción son múltiples y con características propias, los artistas se trasladan de un lugar a otro según los encargos. Pero, igual que en arquitectura y escultura, el primer centro artístico del Renacimiento es Florencia, cuya influencia luego se extiende a otras escuelas italianas, como Padua, Milán, Ferrara, Venecia y Roma, y más tarde a otros países europeos.

Durante las dos primeras décadas del siglo VX continúa imperando en Florencia el gusto lineal y cromático característico de la escuela de Siena, mencionada en el capítulo anterior. Poco más tarde surgirá Masaccio, quien pone en práctica las investigaciones sobre el volumen y la perspectiva realizadas por Ghiberti, Donatello y Brunelleschi. Los frescos de la “Capilla Brancacci” en la “Iglesia del Carmine”, en Florencia, son un manifiesto evidente de la plasticidad de las figuras, de la ordenación compositiva, de la utilización del color con modelado de planos y volúmenes, y la búsqueda de una iluminación real dentro de un esquema tridimensional.

Más no todos los artistas se vieron influidos por las innovaciones introducidas por Masaccio. Los pintores florentinos de la llamada primera generación siguieron diversos caminos; unos más conservadores, otros, más innovadores. A esta primera generación perteneces: Filippo Lippi, Doménico Veneziano, Benozzo Gozzoli, Paolo Uccello y Andrea del Castagno.

A mediados del siglo XV, una segunda generación de pintores florentino sigue el camino trazado con nuevas experiencias visuales y temáticas, intentando resolver los dos problemas fundamentales  que se plantea el Renacimiento: el técnico, cómo representar, y el ideológico, como expresar el mundo mental elaborado por los humanistas. El primero conducirá al movimiento, la anatomía y la ordenación del cuadro conforme a teorías matemáticas; el segundo desarrollará la temática de la mitología y de la historia asumida como ideas religiosas, lo cual provocará la crítica del predicador Savonarola, que predicaba el fin del mundo por la pérdida de la fe. Los pintores representativos de esta generación son: Leonardo da Vinci, Sandro Botticelli, Filippino Lippi, Domenico Ghirlandaio, Piero della Francesca, Andrea Mantegna y Pietro Vannuci, el Perugino. Es importante resaltar que la obra de Leonardo, donde se funde la luz y la sombra con el sfumato o esfumado consiguiendo una unificación plástica y conceptual consiguiendo una unificación plástica y conceptual de la figura y el fondo, del sentimiento y la forma y el espíritu y el cuerpo, configurará la tercera manera, o clasicismo renacentista.

El clasicismo renacentista logra lo que ambicionó el Quattrocento: la conciliación de los datos de la Antigüedad descubiertos por el humanismo, con la herencia cristiana medieval, después de una etapa de conflictos, a finales del siglo XV, derivados del hundimiento económico, cultural y político de Florencia.

En Roma los artistas continuaron con el sentido humanista que se había desarrollado en Florencia, pero ahora bajo la protección y el mecenazgo de los Papas Julio II y León X, y en todas las artes se reinterpretó a los griegos y latinos. Para Miguel Ángel la lección grecolatina no fue tan fácil de conciliar con el cristianismo, pero trató de amalgamar sus dos fuentes de inspiración y el resultado fue la creación de formas terriblemente dramáticas y una constante inquietud por la lucha que él mismo experimentó entre la noción de cuerpo y la de espíritu. En su obra pictórica más importante: la “Capilla Sixtina” y en las producciones escultóricas como “el David”, el “Moisés” y “la Piedad del Vaticano”, se muestra la fuerza y el dramatismo característico de este gran artista del Renacimiento. Otro artista de la talla de Miguel Ángel, que trabajó en la corte papal como arquitecto y pintor, fue Rafael Sanzio, autor de la decoración de varias salas y logias del Vaticano, y de innumerable cantidad de pinturas sobre asuntos mitológicos y religiosos entre los que sobresalen “las Madonas”.
En Venecia, Giorgione recoge la herencia de Giovanni Bellini y los aportes de Leonardo en una concepción nueva en donde los valores del color, el esfumado y la luz, permiten captar la realidad atmosférica aplicada a temas campestres y mitológicos llenos de misterio, logrando unificar la escena en un nivel poético, como en sus obras “La Tormenta”, “La Venus dormida”, y el “Concierto campestre”. Entre sus seguidores, sólo Tiziano Vecellio supo asumir las enseñanzas romanas y venecianas en una síntesis de colorido y forma.

El dibujo de Rafael, el colorido de Tiziano y la concepción formal de Miguel Ángel serán el paradigma de la pintura posterior, tanto del Manierismo como del Barroco.

 A continuación presentamos una síntesis con las principales características de la pintura renacentista.

Pintura italiana del siglo XV

·         Pintura mural al temple.
·         El hombre, tema principal.
·         Concentrado estudio de la forma humana.
·         El paisaje pierde importancia.
·         Formas arquitectónicas renacentistas: perspectiva lineal.
·         Sentido del movimiento.
·         Temas paganos y mitológicos con abundantes desnudos junto con temas religiosos.
·         Personalidad diferenciada en cada autor. Los pintores de la época  de apogeo hacen desaparecer los detalles menudos, tan del gusto anterior, pasando al tema de grandes proporciones que prescinde casi absolutamente de escenas secundarias.
  
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